VIAJE EN EL TIEMPO

LIZ ABRIL

A veces le gustaba tomar un trozo de pan y cortarlo con la mano,  no pensar en las calorías ni en la grasa. No pensar que después tendría que ir al gimnasio para reducir su prominente abdomen. Algo tan simple como el pan, disfrutar su aroma de recién horneado y trasladarse a los recuerdos de la infancia. Algunos dicen que no se puede viajar en el tiempo. Él pensaba que sí.

El horno de barro se levantaba como una escultura al fondo del patio... de su boca salían dibujos hechos con un humo gris y ese olor que hacía llenar su boca de saliva. Casi sentía que le punzaba el estómago, ese hambre que según su madre no era tal, porque acababa de desayunar.

Y allá venía ella con su delantal floreado y un mechón de cabello cayéndole en la frente. Un trapo en una mano y la otra levantada en señal de protesta.

Qué bueno sería que todos los viajes fueran tan placenteros cómo éste. No como el que debía emprender ahora después de tantos años de ausencia. 

Tendría que armarse de paciencia y soportar todos los retos. Las malas caras y la falta de todas las comodidades a las que estaba acostumbrado.

¿Qué oscuro designio nos aparta de lo que más queremos? ¿Qué nos hace creer que vamos a conquistar el mundo lejos de los afectos?

Todo esto pensaba mientras preparaba automáticamente la valija.

Habían pasado muchos años. Habían transcurrido día a día pensando que al mes siguiente iría. Para ser exactos veinte años. Veinte años de promesas incumplidas. Veinte años de esperanzas susurradas a través de un frío aparato de teléfono. Y no importaba que los avances en comunicación le  hubieran permitido conectarse a través de otro aparato y hasta verla por una camarita.

No, faltaba el abrazo, faltaba su mano en la mejilla y la caricia. Faltaba el beso cálido de buenos días.

¿En que se había convertido?

Ah... si, en un hombre de negocios, próspero hombre de negocios, elegante hombre de negocios. 

¡Solitario hombre de negocios!

Todo un empresario.

Una vez había tenido una familia, mujer, hijos, aún los tenía. Pero estaba solo.

Solo con sus números en esa oficina elegante. Donde todos lo respetaban. O simplemente cuidaban su empleo, hasta uno de sus propios hijos. 

Los amigos se había ido alejando o ¿él era quién se había alejado de los amigos?

Siempre ocupado. Procurando tener más dinero para hacer las cosas que más le gustaban. Había que trabajar y trabajar." Para tener algo había que trabajar".

Y se había quedado con su trabajo. Ahora tenía el dinero para hacer las cosas que más le gustaban, pero no tenía con quien compartirlas, así que ya no le gustaban tanto. Y nunca las hacía.

Apartó de un manotazo el periódico que descansaba arriba de la cama y salió con la valija en la mano al encuentro de un nuevo día.

Todo iba a cambiar y después él lo sabría...

Menos mal que el ruido del tren avanzando por las vías no lo dejaba concentrarse en sus pensamientos.

Kilómetros y kilómetros de arbustos verdes y flores silvestres que movían sus pequeños pétalos con la brisa. Las nubes en el cielo había dado algunas pinceladas púrpuras que contrastaban con los distintos colores de los cerros.

Hubiera preferido cerrar los ojos y descansar, pero era hipnotizador ese paisaje. Tal vez sólo era que hace mucho que no se tomaba un tiempo y miraba alrededor.

Cuando el tren se detuvo y vio el cartel un montón de emociones olvidadas renacieron.

 

Había nacido ahí. Había crecido ahí. Se había enamorado por primera vez en ese pueblo.

Ahí vivían sus hermanos, sus primos, su madre...

-¿Miguel?

-¿Catalina?- dijo apoyando su valija en el empedrado del andén.

Sus ojos no podían creer que ella hubiera venido a buscarlo. ¿Pero por qué ella? ¡Justamente ella!

 

- Tu mami no pudo venir. Está preparando las empanadas, no sabés lo feliz que está, no ha dejado de llorar y reír al mismo tiempo, va de aquí para allá y no deja que nadie la ayude en nada, quiere hacer todo ella misma para recibirte.

- ¿Y vos?

Cómo podía ella hablar tan naturalmente, como si se hubieran visto todos los días.

Él tenía un nudo en el estómago. ¿O eran las mariposas que se habían ido dejando lugar a las polillas que le estaban comiendo las entrañas?

Tenía el cabello rubio. Se había hecho más ceniza con los años. Sus caderas estaban más anchas que cómo las recordaba y no había podido evitar que los ojos se le fueran para esa parte.

- Yo vine de visita y me encontré con la novedad. Revolucionaste todo un pueblo. ¡Podés estar orgulloso!

Ahora la miró directo a los ojos. Esos ojos verdes que tanto había contemplado.

- No vas a saludarme...

Antes de que terminara la frase ella lo abrazó, tomó su rostro entre sus manos y lo besó largamente en los labios.

Y se quedaron así, en el andén, mientras otros iban y venían, esquivándolos, mirándolos asombrados.

No sabía nada de su vida, pero no importaba, se tomaron de las manos y emprendieron el camino.¡ El tiempo era algo tan relativo!

Había leído algo algún día que daba vueltas ahora en su cabeza: "Cuando un hombre y una mujer se encuentran y se toman las manos... todas las palabras del mundo están de más"

                     ...............................................................................

Recorrió las calles lentamente caminando de la mano de esa mujer, riendo como un adolescente, conversando de trivialidades, hasta que los pasos de ambos se detuvieron ante esa puerta enorme con la pintura descascarada por los años. Su mano tembló un poco y luego asió el picaporte desafiando lo que le esperaba.

El patio rodeado de árboles y plantas ostentaba un olor a jazmines que se mezclaba con el de las empanadas provenientes de la cocina. La ventana que daba a la galería estaba abierta de par en par y por ahí vio asomarse (más que ver presintió) la figura de una mujer.

Cuando la puerta se abrió quedó petrificado, parecía que sus pies se habían quedado pegados en el suelo. La miró largamente y pudo apreciar las pequeñas arrugas en su rostro y algunos hilos de plata en su pelo, muy bien disimulados con la tintura. Se había endurecido tanto que no creyó posible que el ruido proveniente de su pecho fuera un sollozo.

Ahí estaba la mujer que le había dado la vida y todo lo que más pudo. Ahí estaba su madre con esa ternura que le brotaba por sus ojos. Y ninguno de los dos aguantó más y se fundieron en un abrazo, se acariciaron, se secaron sus lágrimas, se reconocieron después de tanta lejanía.

El día pasó raudamente entre comida y brindis. Entre viejos amigos que venían a saludar. Entre anécdotas, café y algunos reproches. Había sido todo tan intenso que necesitaba descansar.

Encontró su habitación tal cual la había dejado. Era curioso, encontrar todo igual. Su colección de cajitas de fósforos, los soldaditos y los posters en las paredes, hasta aquel de atrás de la puerta con la moto y la chica semi- desnuda.

Se tiró sobre la cama e inmediatamente se quedó dormido aspirando el olor a la manta recién lavada.

El día siguiente lo sorprendió con la visita de sus hermanos y todos sus sobrinos, a los cuales nunca había tenido la oportunidad de conocer. 

La llegada de Catalina lo dejó atónito. Estaba más hermosa que el día anterior, con unos pantalones ajustados y una remera azul que contrastaba con sus ojos. Pero no venía sola. La acompañaba un muchachito de ojos verdes y piernas muy largas, casi tanto como sus cabellos. 

No pudo evitar pensar que si hubieran tenido un hijo, hubiera sido como él.

- Este es Sebastián,  mi hijo.

- Es tan parecido a vos, que creo que ni hacía falta que lo dijeras.

Le carcomía la curiosidad y el deseo de preguntar por su padre.

Ella como adivinando agregó:

- Su papá y yo nos divorciamos hace bastante, un poco después de que nació. Después se fue de viaje por cuestiones de trabajo, así que nos hemos acompañado uno a otro desde entonces.

Antes de que terminara de decir esto el chico ya se había ido corriendo a charlar con los otros pibes que había en la casa.

- ¿Estás sola?

Se atrevió por fin a balbucear.

- Si te referís a algún hombre... no, porque ahora te tengo a vos.

Y dejó escapar esa risa clara que era una de sus mejores armas.

Seguramente había visto su rostro palidecer y enrojecer, casi al mismo tiempo.

Era inconcebible, a su edad, lo que esa mujer le causaba.

Fue a la noche cuando el teléfono con su repiquetear incansable rompió la armonía familiar.

Era uno de sus hijos, el mayor, se había quedado a cargo de la empresa y necesitaba la firma en unos papeles. Ni siquiera preguntó cómo estaba y él no podía echárselo en cara, todo había sido su ejemplo.

Vivir para las responsabilidades del trabajo. Tenía que reconocer que se le había ido la mano. Que todas las cosas que lo separaron de su esposa habían sido su culpa. Había estado ausente en los momentos más importantes de su familia.  Se declaraba culpable de  ambición y de soberbia.

-¡NO!

Dijo que no y un montón de pares de ojos le clavaron la mirada. Todo pareció enmudecer en torno a ese grito.

- No voy a volver. 

- Nunca.

- Lo van a saber resolver, yo les enseñé.

- Hace mucho que no los veo... tal vez ahora voy a tener tiempo.

- Vengan a visitarme, a conocer a su abuela, a sus primos, a sus tíos.

Se hizo una larga pausa y tuvo que hacer fuerzas para desatar el nudo en su garganta.

- Se puede viajar en el tiempo, ahora estoy seguro.

- No necesito nada de todo eso, hagan lo que quieran, si no quieren venir mandan a alguien y firmo el poder.

- Estoy bien, hijo, estoy bien, estoy en el lugar que debo estar. Algún día tenía que regresar.

Se quedó parado mirando el teléfono después de cortar. Y un suspiro de alivio salió de su boca sin que lo pudiera atajar.

Las conversaciones en torno habían vuelto a su curso. 

Todos los pares de ojos que lo habían mirado se habían posado en otro lugar.

Sólo las miradas de esas dos mujeres parecían taladrarlo cruzando la habitación.

Alguien dijo también una vez que siempre se vuelve al primer amor...

De golpe se sintió más vivo que nunca.

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Comentarios3

  • kavanarudén

    Wow Liz.
    Es encantador. Me has dejado sin palabras.
    Una belleza, muy pulido, cuando digo pulido me refiero a la construcciòn gramatical, a la ortografìa, a todo. Se ve que no eres nueva en esto de la escritura y que tienes ya bastante experiencia, al menos eso pienso.
    Mientras leìa (lo leì todo, todo) me iba imaginando los personajes, sentì el olor del pan, vi ese camino que hacìa en el tren, la escena del encuentro en la estaciòn con el beso, el encuentro con la madre (no pude retener alguna làgrima) es adecisiòn ferrea de retomar su vida.
    Me has hecho vivir todo un mundo.
    Ayer escribì una reflexión "naves ancladas" que tu leíste. Yo estoy convencido que tengo que hacer ese viaje sin regreso. Me carcome sólo el pensar que tengo que esperar tres años y no puedo hacer otra cosa, pero estoy convencido que tengo que irme, viajar, retomar o, mejor, hacer mi propia vida aunque si ya los años son los que son.
    Tu escrito me ha dado mucho ánimo.
    Eres excelente escritora.
    Dios bendiga tu mano, tu inspiración, tu sensibilidad, tu ser.
    Un fuerte abrazo y de nuevo te digo: gracias amiga.
    Que tengas un buen comienzo de semana.

    Kavi

    • LIZ ABRIL

      Realmente es hermoso tu mensaje Kavi, te cuento que fue una experiencia nueva este cuento para mí, porque por primera vez no escribo a partir de un tema que quiero desarrollar ni sobre una experiencia. Simplemente dije: tengo ganas de escribir y cuando empecé ni siquiera sabía de qué. La historia fue apareciendo así como sus personajes y eso me ha dejado maravillada. Cuando lo revisé le quise cambiar los nombre y no pude... ya les había dado vida. Te cuento que escribo desde los 12 años. He ido aprendiendo poco a poco, a pulmón, ya que sólo tengo un título secundario, por lo cual me gratifica mucho todo lo que me decís. Un abrazo. Y que empieces también una excelente semana. De lo que me comentás de tu viaje, hay algo importante, ya diste el primer paso, que es, a mi modo de ver las cosas saber qué es lo que tenés que hacer. Dios te va a ayudar con lo demás. Un abrazo amigo.
      LIZ

      • kavanarudén

        Gracias mi querida amiga.
        Siempre he pensado que cuando uno escribe, una vez que ha terminado, el escrito, historia o lo que esto sea, adquiere vida propia y hay que dejarlo ir, tiene que vivir, tiene que viajar.... es la experiencia que has hecho. Lo mismo me sucede. Una vez que escribo algo, ya no tengo poder sobre él y tiene vida propia, solo hay que dejarlo ir. Somos solo un instrumento.
        Eso me agrada. No te lo tengo que decir porque ya lo haces desde tu expontàneidad, sigue escribiendo desde tu sensibilidad. Es un don recibido que hay que ponerlo a producir.
        Un gusto tenerte como amigo, sobre todo, porque lo que buscamos es escribir, expresar, poner por escrito aquello que sentimos y no buscamos competencia o nos dejamos llevar por envidias o cosas por el estilo.
        Gracias por tu confianza y amistad.
        Pues, si, Dios me guiará donde quiere que yo vaya. Me pongo en sus manos.
        Un fuerte abrazo y seguimos encontràndonos en versos, prosas, historias y poemas.

        Un fuerte y sincero abrazo.

        Kavi

      • El Hombre de la Rosa

        Una preciosa hermosura tu cuento en prosa amiga Liz Abril
        Saludos de Críspulo

      • LIZ ABRIL

        Gracias Críspulo por tu comentario. Me alegro que te haya gustado. A mi realmente me hizo muy bien escribirlo, fue una grata experiencia.
        Un saludo afectuoso para tí.



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