— ¿Quieres abrir tu corazón para Dios? Me pregunto, la joven de los ojos hermosos.
Algo inesperadas sus palabras, retumbaban en mi mente, como trompetas. Voltee para verla, estaba allí, de pie junto a mi, con ademan diferente, no era así como la había visto hace meses preocupada por las materias de la universidad que indiscutiblemente volvería a reprobar, estaba envuelta en una ávida presencia de serenidad que no la abandonaba. Sus ojos verdes, con esas vetas anaranjadas, casi rojas, transmitían un aura de quietud, se veía serena, contenta, plena… No pronuncie palabra alguna solo esboce una sonrisa, me negaba a decirle que no creía en su dios desde que tengo uso de razón ¿como explicarle sin que se sienta ofendida? ¿Como decirle que su institución religiosa me causa el mayor sobresalto en mi capacidad de tolerar? Ella sabia cuan religiosa es mi familia, (conservadora hasta el punto de regular los colores a usar en las fiestas de la iglesia, con decir que se aterrorizaron cuando fui vestido de negro el domingo de resurrección, ¡ah!). Suponía entonces que yo debería ser igual, pues casi todos los domingos acompaño a mi madre a la eucaristía, y muchas veces ha escuchado que estaba encaminado para el seminario. Mi madre segrego la historia de que monseñor había dicho “que su primer hijo seria varón y se consagraría a Dios como sacerdote” yo había hecho hasta lo imposible por hacer desaparecer esa ilusión de su cabeza pero para colmo de males, ahora se siente igual a santa Mónica rezando para convertir a San Agustín, “algún día sentaras cabeza hijo mío, dios escribe reto en líneas torcidas.”
— ¿No piensas responder? Me pregunto de nuevo tomando mi mano derecha. Me sentí incomodo y obligado a responder con un elocuente, “no lo se” frunció sus labios y me invito a participar de la eucaristía de ese día, acepte pues no son tan largas las he cronometrado no duran ni media hora, luego de la celebración del día martes nos alejamos hasta unas escaleras cerca de la casa parroquial y nos sentamos, llevaba en sus pequeñas manos un ejemplar de la biblia que era mas grande que su cabeza, la estrecho entre su pecho y me dijo ¿quieres hablar con dios? Siempre se me ocurre satirizar cualquier comentario considerado incoherente por mi, quise preguntarle si tenia el numero telefónico de dios pues podía dárselo a los grandes dirigentes del mundo haber si se ponían de acuerdo en las cuestiones de las catástrofes, que atrasaban el desarrollo. ya que con eso de la corrupción y fingir que hacen su trabajo es muy pesado que hayan terremotos, sequias, etc. Pero me contuve no era momento de ser irónico tenia que respetar a aquella muchachita que estaba tan ansiosa por hablar, yo sin embargo estaba languideciendo con cada suspiro, temía volver a casa, el solo hecho de sumergirme en esas paredes blancas vacías, adornadas solo con mi Reconocimiento del concurso de lectura que gane cuando tenia ocho años, me aterraba, el color blanco, es un color desagradable para mi, prefería aguantar las ínfulas de santa y sus intentos de conversión que encerrarme en mi casa el resto de la noche.
—No lo se, quizás si habría muchas cosas que le quisiera reclamar, como por ejemplo no haberme hecho rubio y de ojos azules, ¡Ah! Y mi maldita orientación sexual hubiera sido un enorme privilegio el que me hubiera hecho enteramente heterosexual.
Se sorprendió por mis palabras pero de inmediato la hice pasar por un chascarrillo. Rio y prosiguió a cerrar sus ojos y a tomar la biblia entre sus manos orando clamo al espíritu santo que descendiera, acto seguido, abrió la biblia y se encontró con el libro de Samuel, cuando este ungió a David. Comenzó a relatarme la vida del rey David con muchas equivocaciones debo agregar diciendo que yo había sido llamado esa noche también y que debería ser ungido en el señor. Que noches anteriores en uno de sus muchos éxtasis concibió ese momento, ese preciso instante en que nos encontraríamos y me llamaría a volver al seno de Yahvé, me dijo con voz fuerte “tú naciste para la santidad.” Su explicación llevo horas me despedí, y me fui a mi casa pensativo, atravesé la calle y temí que un carro me embistiera, comenzaba a surgir en mi un terrible miedo de morir sin saber cual es la verdad. ¿Es una esquizofrénica o esta mas cuerda que ningún otro? Que predicamento.
- Autor: Moreno Garcia (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 4 de abril de 2014 a las 17:44
- Comentario del autor sobre el poema: de nuevo vuelvo con la narrativa, sigo escribiendo este genero tan completo... he intentando mejorar, espero sus criticas u observaciones como las quieran llamar, siento que no logro poner en un orden coherente las ideas que escribo, gracias... Jesus Eduardo
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 16
- Usuarios favoritos de este poema: kavanarudén
Comentarios1
Jesús, te doy un consejo que me dieron: "Escribe". La escritura se perfecciona escribiendo. Lee mucho y ten siempre cuidado con la ortografía, sobre todo con las acentuaciones. Un trabajo limpio es un gusto a los ojos y al alma. Limpio quiere decir, bien escrito.
No te preocupen las críticas hermano. Hay gente que le gustarás a otros no, eso es normal. Como decimos en nuestra tierra: no somos moneditas de oro para que todo el mundo nos quiera. Acepta el consejo de los sabios, aprende a distinguir a discernir quien te crítica por bien, para que mejores y quien por envidia.
Escribe hermano. Deja fluir lo que tienes dentro, lo,que hayan tu interior y basta.
Me ha gustado tu relato.
Te mando un fuerte abrazo paisano.
Buen fin de semana.
Kavi
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