Anecdotas #1

jesusmoreno

El vuelo se había retrasado, que mala noticia, deberíamos esperar dos horas por cuestiones de unas fallas técnicas en el sistema; era nuestro deseo llegar a Mérida antes del medio día pero con esta situación estaríamos allí a eso de la una de la tarde. A mi lado estaba mi amiga y compañera de aventuras, Lena, la  conocía desde hacia dos años,  cuando entre en la facultad de ciencias y tecnologías, es una muchacha bien parecida, inquieta, intrépida y aventurera pero a pesar de tener esas cualidades latentes en su corazón era introvertida y con tendencias suicidas; depresiva. Lográbamos comprendernos mutuamente, pude desflorar mi corazón con ella y confiarle hasta el más crudo secreto que un joven de mi edad pueda tener, llore en sus brazos tantas veces que no logro obtener un numero en especifico.

 

 Al igual que yo estaba disgustada ese mismo día iniciaríamos un importante seminario, para el cual no estaríamos a tiempo.

 

Te dije que era mejor haber tomado un autobús ayer; estaríamos en este preciso momento rumbo a la conferencia.

 

No finjas, —le respondí. Tú en realidad no tenias ganas de ir en avión, te da miedo lo se; a todos nos da la primera vez.

 

No respondió solo sonrió irónicamente, atravesaba por ese miedo del primerizo, los pensamientos de que el avión se estrellaría con una montaña por perdida de altitud, explotaría, se caería sin mas ni mas… eran un completo miedo infundado, culpa de la películas. La primera vez que subí a uno fue hace tres años, tuve pensamientos parecidos (mas alocados) incluso idee que en Trujillo sobre la falla de Bocono existía un vórtice que nos enviaría a otra dimensión, como una especia de Triangulo de la bermudas en medio de los Andes, también imagine que los extraterrestres podrían secuestrar la nave… en fin un montón de fruslerías irreales dignas de un mal guion de ciencia ficción de algún fracasado escritor.

 

Pasaron unos quince minutos y nos hastiamos de esperar en la puerta de abordaje, fuimos hasta una cafetería fuera del pequeño aeropuerto de Santo Domingo y en ese preciso instante un avión de la línea “Laser” aterrizaba; nos maravillamos ante el espectáculo, mientras sorbíamos una exquisita bebida de café frio con chocolate. Era interesante, no el hecho de ver aterrizar el avión sino ver descender a los pasajeros que llegaban de algún lugar del mundo. Había todo tipo de personas: altas, bajas, negros, blancos, mulatos, viejos, jóvenes, niños… algunas venían del centro del país otras quizás terminaban sus interconexiones de Roma-Caracas-Táchira, o Nueva York-Caracas-Táchira, entre otras más. Algunos, en especial las mujeres, vestían de maneras muy oprobiosas, disparatadas para nuestra cultura, Excéntricas; querían o intentaban lucir como personas de mundo. Con sus tablet’s y telefonía fabricadas con tecnología de punta, publicaban sus fotos en alguna red social con etiquetas como: “acabando de llegar a mi bella tierra del Táchira luego de un largo viaje por el mundo.” y un millar mas de esas sandeces. ¡Que envidia de la mala la que me causaban! desearía ser yo el que vistiera de esa forma y escribiera en mi tablet o en mi teléfono de ultima generación mis ultimas noticias, pero la triste realidad era otra, estaba sentado allí con mi ropa de segunda mano la que mi primo mayor me había regalado, unos tenis muy viejos y hediondos, mi teléfono, un Vergatario de los que distribuyeron masivamente cuando Chávez estaba al mando de la presidencia y sentado en esta incomoda silla de metal pegada al suelo con gruesos tornillos, tomando café frio con chocolate con mi mejor amiga y emprendiendo un viaje para participar de un seminario de Autocad en la ciudad de los caballeros, Mérida. Por suerte estaba bajo el hechizo de la pluma de Julio Verne y exploraba costas, selvas y desiertos africanos, desde aquella incomoda silla de metal pegada al suelo con gruesos tornillos; ¡Viva!... mi frustración no era completa, mi imaginación la suavizaba.

 

Mis ojos estaban direccionados y adoptaba esa pose que hago cuando estoy inmerso en mi mundo mental, algunos me han comentado que denoto tristeza pero en ese momento es cuando me siento mas feliz.

 

— ¿En que piensas? pregunto Lena.

 

—En lo genial que seria tener dinero, para malgastar en excesos… Viajar por el mundo como los protagonistas de mis novelas, ¿seria feliz si tuviese dinero?

 

Rió y acomodó sus lentes de imitación de Ray ban y girando su torso, sosteniendo con gracia el vaso con bebida de café frio con chocolate prosiguió a seguir observando a los pasajeros que posaban frente al avión para sus cámaras Nikon, cannon… una gran variedad, de utensilios de lujo, y dicen “que Venezuela atraviesa una crises económica” ¡Bah!  “Clase consumista-compulsiva, no pueden ni por un segundo dejar de ser serviles a las compañías monstruos Internacionales ¡Seguid el ejemplo que Bolivia dio! Le dieron una paliza al payaso” (pensé). Pero como era obvio la envidia latente era quien hablaba. Lena se volvió hacia mí luego de haber acabado el espectáculo del desembarque de pasajeros y dijo, con acento sobrio y seguro:

 

—Algún día lo tendrás, disfruta lo que tienes ahora, —se detuvo y reflexiono las palabras que diría a continuación — ¡Se feliz!

 

—Lo hago, solo divago, sabes cuan normal es eso en mi.

 

Esas terribles dos horas que creí serian una eternidad transcurrieron mas rápido de lo previsto en un charla del uso correcto de la palabra Hubieron. (Acto seguido) Nos dirigimos a abordar el avión, por fin ese calor insoportable del bellísimo valle de santo Domingo seria remediado con el aire acondicionado del avión.

 

Cuando llegamos a Mérida mi reloj marcaba la una y treintaisiete minutos de la tarde, no podríamos llegar a tiempo al inicio del seminario, igual no era tan importante, hoy era una simple introducción y nivelación a los que no estuviesen empapados del tema, sin embargo era propio ir, pero no estaba de humores como para salir corriendo con las maletas al hombro y permanecer hasta la noche escuchando al conferencista, mejor íbamos a un hotel nos relajábamos y paseábamos un rato por la ciudad. Lena estuvo de acuerdo conmigo en todo momento.

 

Caminamos hasta la estación “Pie del llano” llevaba un mapa de la ciudad que había impreso en el plotter de la universidad clandestinamente, me sentía como un turista, un explorador, todo un Humboldt. Pasaron unos cuantos minutos, según mi mapa debíamos detenernos en la estación “Simón Bolívar” luego bajar por la calle 26 hasta estar cerca del parque Las Heroínas que estaba en la 25 allí cerca de un seminario estaba el Hotel. Al pasear por la ciudad en el trolebús recordé haber leído una vez un articulo de El Nacional que decía: “Mérida no es una ciudad sino un pueblo grande que había perdido su encanto pueblerino por el desmesurado aumento poblacional y su mala organización urbanística”  pero a mi criterio sigue teniendo esa energía tan placentera, liviana, distinta de cualquier ciudad del país, sus calles angostas brindan una ambiente familiar, (es un país diferente, dentro de Venezuela). Admiramos por un segundo el pico Bolívar pero estaba oculto entre nubes, una mañana recuerdo verlo desde Barinas al otro lado de Mérida, en pleno llano, pero hoy estando a sus pies no se dejaba ver, mañana tendríamos más suerte.

 

—Ojala sea una nevada, —dije sonriente, —Una vez subimos hasta la laguna Mucubaji y estaba parcialmente congelada, un escenario hermoso que quisiera observar de nuevo —agregue.

 

—De seguro.

 

Lena respondió a mi comentario de mala gana, no deseaba detenerse quería llegar al hotel cuanto antes, tenia alguna urgencia física imagino.

 

—Ulala, ma chérie, tienes que ganas de hacer pis

 

Rei.

 

Fue decir estas palabras y echar ha andar, el sonido que hacían las ruedas de la maleta con el asfalto me envolvió por completo hasta que estuvimos frente al hotel Luna Azul.

 

Lo que ocurrió después son trivialidades que no son dignas de plasmar aquí.

 

 

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Comentarios1

  • Letras inertes

    Vaya amigo, sabes cómo entretener con facilidad al momento de escribir, incluso de imaginar.
    Es increcíble todo lo que e puede avergiruar en un escrito como éste.
    Un gran abrazo desde tierras hermanas, Colombia.
    ¡Buenas lunas!



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