Olvídate del sur, de la ciudad eterna, de las nieves que buscan
los hijos primogénitos,
olvídate del tiempo en que afloraban, sin dolor en los pies,
tantas revoluciones
y olvídate de ti,
de las frases enteras,
de la edad de los mirlos, de las noches a oscuras que improvisas,
de todo
cuanto llamas amor
pues los días del agua están contados
y esto apunta
a Estación Terminal, fin de viaje.
El colmo del absurdo no te libra de los bultos obscenos
y a estas horas no cuentan las mentiras piadosas
ni se vuelve irritante la inocencia
ni hay constancia
de turistas incómodos que abandonen los barcos arrojándose al mar.
Si insistieras
en llamar a las cosas por su nombre observarías
que está llenas de fiebres analógicas, de parajes difusos,
verías
que no existen palabras inequívocas
ni ternuras que amparen silencios monolíticos,
por lo tanto, es mejor que cada cual
abandone su hotel sin previo aviso,
se asegure si es él y si aún conserva
partida de bautismo porque ya están las sombras acechando
sobre los aguijones de los desfiladeros
y de un momento a otro
todo cuanto se mueve será barro,
solamente
prototipos de arcilla que han llegado hasta la edad del olvido.
Comentarios1
Muy bueno, me gusta... el colmo de lo absurdo no te libra de los bultos obscenos y a estas horas no cuentan las mentiras piadosas.
Enhorabuena, tus versos son maravillosos.
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