UN NIDO EN EL SUELO (Cuento original de Alejandro J. Díaz Valero. Maracaibo, Venezuela)
Capítulo III: Después de la tormenta
Por fin cesó la lluvia. Todo era calma, una calma excesiva. Nadie se atrevía a salir de su cueva. El bosque estaba prácticamente destruido, era difícil pensar que alguien había quedado ileso después de aquel desastre natural.
Poco a poco el sol comenzó de nuevo a asomarse en el horizonte, venía tan radiante y cálido que daba la impresión que traía un cargamento de esperanzas para todos y cada uno de los habitantes de aquel tranquilo bosque.
Ya pasado el susto y recobrada la confianza comenzaron los animales a salir de sus escondites. La primera en salir fue Doña Tortuga. Ella jamás pensó que aquella sentencia de lluvia que había dictado aquella tarde, sería tan desastrosa para todos sus compañeros de hábitat; por eso ella misma quiso ser quien tomara la iniciativa para iniciar a la brevedad posible, la restauración de aquel bosquecillo que había sido devastado tras la tormenta.
Así que la tortuga, en paso lento pero muy firme comenzó a llamar a todos sus compañeros para que juntos se ayudaran unos a otros para demostrar así, que en realidad eran una gran familia; que aunque fuesen de distintas especies: alados, cuadrúpedos, dentados, ovíparos, mamíferos, roedores, y otros más, no era motivo suficiente para que no conformaran un hermoso grupo familiar.
Las más afectadas fueron las aves, pues al derrumbarse los árboles, automáticamente se derrumbaban sus nidos. Muchos huevos se quebraron y con ellos la esperanza de un nuevo pichón. Habría que comenzar a construir un nuevo nido en un nuevo árbol, pero para eso de muy poco serviría la ayuda de los demás, por mucho que lo quisieran; pues las aves construyen sus propios nidos. No es común que alguien distinto a ellas, lo haga.
Así que soportando el dolor de aquellas pérdidas, las aves adoloridas comenzaron la nueva tarea de volver a construir sus nidos y empollar nuevos huevos; lo más grandioso de todo es que estaban dispuestas a hacerlo y de una manera feliz, pues lo harían cantando.
Otros animales como la ardilla, el venado, y los caimanes, aunque también habían sufrido los estragos de la tormenta, estaban dispuestos a brindar ayuda a sus compañeros.
Otras especies que habían salido ilesas, como las ranas, las serpientes y las cigarras, agradecían a Dios el estar allí, para poder ayudar a todos sus vecinos.
Era hermoso ver ese sentido de solidaridad espontánea y desinteresada que todos y cada uno de ellos brindaba a sus compañeros. El nivel de sensibilidad era tan alto que estaba por encima de sus propias desgracias.
Así fueron cada uno de ellos ayudando y consolando a sus vecinos, todos juntos hicieron de aquel momento adverso una grandiosa oportunidad para unirse y brindar socorro mutuo a fin de que la vida en aquel hermoso bosque continuara su curso, aún después de la tormenta.
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Contuinuará...
- Autor: Diaz Valero Alejandro José ( Offline)
- Publicado: 16 de mayo de 2014 a las 08:44
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 56
- Usuarios favoritos de este poema: Violeta, Ramón Bonachí, , la negra rodriguez, Beatriz Blanca, DELICADA ABRIL
Comentarios2
¡Hermosa hermandad!, estimula. Hasta mañana.
Un gran ejemplo de hermandad s de solidaridad y d e entusiasmo. te sigo.
besos.
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