Hijito, mi amor

Estela Kobs

HIJITO, MI AMOR.

           

            Qué inmenso es el amor que sentimos, que no te lo podemos expresar completo. Papito y yo te amamos infinitamente, desde el cielo hasta la tierra, desde el horizonte hasta el mar; desde antes del principio, hasta siempre.

 

            Aquel día que juntitos, tomados de las manos, nos contaron que alguien muy pequeñito, prácticamente invisible estaba escondido en mi pancita, papá me alzó en brazos,  me dio muchas vueltas y muchos besos, y me dijo: "Yo sé que es Jorgito".

 

            Y te portabas tan bien chiquito, que yo podía hacer tantas cosas sin que te molestaras; de hecho, evitábamos todo lo que podía hacerte daño, tratábamos de estar felices todo el tiempo y te sentíamos feliz a vos también.

 

            Te esperamos con tanto amor y te soñamos de tantas maneras. Y aquel día que el Doctor que nos atendía para que todo estuviera bien, ordenó  una ecografía, te pudimos ver; bueno, papito más que yo pero ... qué lindo estabas, tenías tres meses de gestación y te veías precioso. A partir de ahí te soñamos de esa manera.

 

            Empezaste a crecer y a crecer, eras imparable, como ahora. Sentíamos tus movimientos y eso nos hacía felices. Nos sentíamos tus padres, te sentíamos "nuestro bebé".

 

            Te gustaban las músicas suaves y si escuchabas a Mozart, te quedabas quietito o me dabas algunas suaves pataditas. Sin embargo los ruidos toscos, fuertes, te ponían muy nervioso; levantabas la colita y te ponías muy duro, y sólo con besitos de papá o con mis caricias te ponías bien.

 

 

            Qué inmenso es el amor que sentimos, que no te lo podemos expresar completo. Papito y yo te hablábamos muchísimo cuando aún estabas en mi pancita, él te daba mil besos y yo soñaba con poder darte uno. Cuánta ilusión mi hijito, cuánta ilusión sentimos.

 

            Cuanto más grande, más travieso; te paseabas de un lado de mi panza para el otro, hacías piruetas adentro, adoptabas formas rarísimas y nos llenabas de alegrías y emociones el corazón.

 

            Yo estaba ... digamos ansiosa, no te lo puedo negar. Cuanto más se acercaba el momento de tu llegada, tenía ciertos miedos; pero nuestra ilusión era más grande, te queríamos conocer, y sabíamos que Dios se encargaría de que todo saliera bien.

 

            Para ese entonces, de hecho ya sabíamos que eras vos el bebé que esperábamos, ya nos habían confirmado en otra ecografía a los seis meses de gestación y ya te llamábamos por tu nombre y te comprábamos regalos para varón.

 

            Estaba todo listo, "el ajuar de nuestro bebé" estaba camino al Sanatorio, sólo faltaba la cartita de la cigüeña.

 

            Y el cinco de febrero del año dos mil, estábamos ahí firmando papeles, más ansiosos que nunca, ese era el momento, imagínate chiquito; verte, conocerte, tocarte, tenerte en brazos, alimentarte, cuidarte y darte besos. Cuánta felicidad mi hijito, cuánta felicidad.

 

            Qué inmenso es el amor que sentimos, que no te lo podemos expresar completo. Papito y yo velamos esa semana de sueños eternos, en tu cuna, en nuestra habitación, cuando dormías, te alimentabas y dormías. Te veías hermoso, tan indefenso, tan nuestro.

 

            Aprendimos a hablar suave, a no hacer tanto ruido, a estar a media luz y más que aprender a ser padres, aprendimos a ser tus padres. Sabíamos chiquito que nadie, nadie jamás podría quererte tanto como te queremos nosotros, tus padres.

 

            Eras un recién nacido tan sonriente, sonreías muchísimo que yo me preguntaba si tal vez ese reflejo respondía a algún estado de ánimo, la lógica me decía que no, pero la ilusión me hacía creer que si sonreías era porque estabas tan feliz como yo.

 

            Experimenté un enamoramiento desconocido hasta ese momento, me daban ganas de llorar de tanta felicidad  y papito se había transformado en el niñero más eficiente del mundo, aprendió a cambiar tus pañales, a bañarte, pero lo que sin dudas aprendió mejor fue a llenarte de besos la pancita y a vos te gustaba muchísimo.

 

            Tus abuelitos, tanto maternos como paternos, también te llenaban y te llenan  de amor, de hecho es una experiencia diferente, ellos te miman al igual que nosotros, pero se miman un poquito más que nosotros, es que hijito, ese es el papel de los abuelos y Dios nos dio la bendición de que vos los tengas a tus abuelos y ellos a vos.

 

            El tiempo pasaba tan lento y tan rápido a la vez, las horas iban despacio,  tanto acontecía el mismo día; sin embargo parecía una eternidad de estar juntos, tu papá y yo olvidamos la vida antes de tenerte, sentimos que todo lo vivido ya había sido contigo, juntos desde siempre.

 

            Qué inmenso es el amor que sentimos, que no te lo podemos expresar completo. Nos repetíamos una y otra vez cuánto te amamos, es que significás para nosotros el motivo más grande de felicidad que podemos sentir juntos y que haya podido sentir hasta este momento de mi vida. Cuán asombrosa es la inmensidad del amor mi hijito, cuán asombrosa.

           

            Pasaron los días, sí que pasaron; papito y yo te llevamos a tu primer paseo, a tu primera consulta médica, al primer cumpleaños al que te invitaron, las primeras visitas a los abuelos y sin pérdida de tiempo las primeras segundas veces se fueron dando.

 

            Vos, nuestro bebé adorado, fuiste cumpliendo tus primeros meses  y nosotros, los padres más felices del mundo, disfrutando lo más maravilloso y pleno que la vida puede darnos.

 

            Cada minuto es una historia nueva para escribir; tu mirada es tan expresiva, tu sonrisa es hermosa, tu cuerpito perfecto es la prueba indiscutible de la grandeza de Dios.       

 

            Tu inteligencia, tu viveza, todo para nosotros es la gran nueva experiencia; tus primeros balbuceos, las primeras palabras, las palmitas, las imitaciones, tus desplazamientos, los primeros pasitos de nuestras manos, los primeros dientes, y el diagnóstico del doctor: "prototipo de un bebé muy amado", nuestro pequeño gran amor.

                       

             Hoy que ya cumplís tu primer añito mi Mathías, papá y mamá elevamos en este poema una oración al Señor Dios y le damos gracias por la bendición de habernos regalado la dicha de ser "tus padres", rogamos nos muestre la luz que nos permita ver el camino por donde guiarte y que el amor y la felicidad que hoy reboza en nosotros sean el timón del amor y la corrección que te permitan ser feliz siempre.

 

 

 

 

 

 

  • Autor: Estela Kobs (Offline Offline)
  • Publicado: 2 de junio de 2014 a las 11:55
  • Comentario del autor sobre el poema: poema dedicado a Jorgito Mathías, mi hijito adorado, hace más de 13 años. Forma parte del poemario Alma
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 19
  • Usuarios favoritos de este poema: ADOLFO CESAR MARCELLO
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