Aviso que he vuelto después de muchos años ausente.
Hacerse inmune a lo imperfecto.
Abandonar para siempre la tristeza,
mirar desde otro Universo
el devenir de las gentes,
la miseria, la injusticia,
y que no duela.
Dejar de ofenderse
por las controversias,
por las opiniones discordantes,
por las cosas aberrantes,
por la fealdad del alma
de algunos
que se llaman a sí mismos...
pensantes.
Apartarse de las pasiones,
las bajas e inmundas,
lo mismo que de las consideradas
altamente nobles,
que en el fondo no son
sino un pretexto a quien las cultiva,
para sentirse superior a los otros.
Mirar, como un espectador
inmune y mudo;
la ingratitud,
el Derecho pisoteado
por esos mismos
que promulgan las Leyes,
por los gobernantes,
por el ciudadano común
que se aprovecha de quien puede,
que tira sus basuras en las calles
a sabiendas que las cloacas
y los albañales se azolvan
provocando que las calles
y las ciudades se sumerjan
con el agua de las lluvias.
No hacer partido,
con ninguna causa
que se traiciona a sí misma
en cuanto triunfa.
Hacerse sordo para los insultos,
para las palabras soeces,
para las palabras necias
que el resto del mundo pronuncia
a la menor provocación de ira.
Volverse mudo para no repetirlas,
para no llenar de inmundicia
la boca de uno.
Mirar, sin juzgar,
sin inquietarse
por todo aquello que sucede
y disgusta.
Subir esa escalera invisible
que lleva el alma
a un destino de quietud,
de profunda plenitud
para sentir tan solo
una amorosa compasión
por los que quedan
en un plano más bajo
de existencia.
No digo: morir,
sino existir
en esa eternidad
donde un segundo
dura para siempre.
Donde el pasado y el futuro
se unen al fin en el presente
que no deja de ser.
Aquietar el alma
para solamente experimentar
un sentimiento constante
de amar a la vez, lo bello y lo imperfecto
en un solo e indivisible objeto de amor.
Es posible, alcanzable, deseable.
Porque todo bando
y su contrario tienen en parte la razón,
complementándose.
Sin luchar,
sin el caos que
sin importar las armas,
producen las confrontaciones.
Ya sea la pluma o el fusil,
la Doctrina Política o la Religión en turno,
la lengua que maldice
o el oído que la escucha maldecir.
Levantarse más allá
de donde la lluvia
para algunos,
es promesa de abundancia,
y para otros,
el arroyo que amenaza
con arrancarles la vida
y con llevarse lo poco o lo mucho
que han logrado amasar como algo
precioso y corruptible.
Perecedero.
Salir de este caótico e imperfecto universo
donde la materia lucha
por transformarse de una cosa en otra.
Y percibir lo imperceptible.
Llegar donde Dios,
deja de ser concepto religioso,
materia de disputa.
Padre o Madre o mito.
Y percibirlo como la Realidad
y el Todo que es:
Perfecta plenitud.
- Autor: Carlos Cabonaro (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de junio de 2014 a las 01:54
- Comentario del autor sobre el poema: Esta pieza, más que decirlo para otros, lo digo para mí. como una profunda reflexión que me conduzca al propósito más elevado de cualquiera que pude tener jamás. He amado la justicia y la rectitud, y repudiado lo que le es contrario. Pero todos los sistemas humanos, la Política, las Religiones, las sociedades, son imperfectas. Y aun los más altos propósitos se convierten en un tamiz para cernir y desechar marcando, etiquetando a las personas en buenos y malos. Pero, ¿quién de nosotros es perfecto, y no ha pecado? Entonces, porqué juzgar y condenar. Inquietarse por la abundancia y la miseria, por el desigual reparto de la riqueza, en ocasiones nos hace pensar que todo el rico es cruel y todo miserable víctima, y dejamos quizá de considerar que el esfuerzo de estos, también es desigual. Clasificarse uno mismo como bueno o malo, también es relativo. Porque el mal y el bien que hacemos también depende de la proporción de poder que cada uno lleva según su posición. Juzgar y condenar, nos impide sentir igual amor por unos que por otros. Nos inhabilita para sentir el Amor como Dios lo siente: Sin hacer excepción de personas, pues Dios manda el calor y la lluvia lo mismo para todos. Vivir sin tomar partido, sin excluir a nadie, enriquecería de tal modo nuestra alma, que comenzaríamos a mirar las cosas como Dios las mira: Con misericordia, que es un amor que no pide algo a cambio. Esta reflexión es para mí, como un punto de partida que no debo olvidar. Y lo comparto, por si alguno quisiera leerlo. Pero a quien lea, le invito a que me exprese libremente su opinión sincera, aunque no coincida con lo que aquí está escrito.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 52
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