I
Está bien, aceptemos que he fallado;
digamos que incumplí con la promesa
de mirar sólo el futuro -con certeza-
y no hurgar en las sombras del pasado.
Digamos, por decir, que no he cambiado:
que de la desconfianza fácil presa
fueron mi corazón y mi cabeza
y que a tu amor, al fin, he lastimado.
Más ¿crees tú que el pago a mi pecado
debió ser tu traición y tu bajeza?.
No. Nada ha de justificar tu equivocado
y rastrero accionar, ni la crudeza,
ni el ciego rencor, ni la dureza
con la que a mi sincero amor has inmolado.
II
En el camino de tus locos desvaríos
más de una vez te asaltará la pena
y será -en ese instante- tu condena
la de vivir con los recuerdos míos.
De pronto, y sin querer, tus ojos fríos
serán laguna de amarguras llena;
verá tu corazón cómo en cadena
le estallan el dolor y los hastíos.
Tus noches serán largos desafíos
convertidos en negra y cruel escena;
y un buen día, ya sin brillo y ya sin bríos,
notarás que de los años la faena
cumplida está y, pese a ser ajena,
tu cauce extraña el agua de mis ríos.
III
Si piensas que tu abandono eternamente
será una causa que a mi amor lastime,
te equivocas mujer, también redime
el saber navegar contra corriente.
Para ahogar al dolor no hay otra fuente
que ese llanto con que él mismo gime,
para olvidar lo que a tu alma oprime
debes hacerle, a ese tormento, frente.
No te parezca extraño que frecuente
nuevos senderos y que en ellos lime
todas las asperezas de tu adiós reciente
ni que en mi corazón no escatime
esfuerzo alguno para que el sublime
amor que te profeso muera urgente.
IV
Cuando el paso de los años te haya dado
-para entender mi amor- luz y armonía,
notarás que tu carencia de alegría
la sembró tu traición en el pasado.
Mirarás cómo el camino transitado
por otra senda que no fue la mía
te pesa en el rayar de cada día,
te duele más allá de lo esperado.
Tal vez sea tarde ya, en mi costado
seguro llevaré la compañía
de un corazón firme y madurado
que encontró su consuelo en la manía
de descansar en una tumba fría
para olvidar lo mucho que había amado.
V
¿Maldecirte? ¿Por qué? No debo hacerlo.
Llenarte de más rabia y frustraciones
será el pago que des a tus acciones
por el monto que debas merecerlo.
Marcha el tiempo, imposible detenerlo;
sólo me toca controlar mis emociones,
proveerme de nuevas sensaciones
y al corazón sereno mantenerlo.
Desearte lo peor o pretenderlo
sería soltar amarras a pasiones
y yo, ni estoy dispuesto a cometerlo
ni esas serán jamás mis intenciones;
murió mi amor al pie de tus traiciones...
ahora, ya no hay forma de encenderlo.
-
Autor:
Manuel Isaac Vera Zevallos (
Offline)
- Publicado: 15 de agosto de 2014 a las 18:34
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 44
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