A través del vidrio, la ciudad late
con sus propias urgencias
personas y vehículos
mueven sus destinos.
En tanto una paloma
parada en la cornisa, mira
como un suicida inminente
que calcula el salto final.
Apuro el café
y cuidadosamente miro
quizá por última vez
la ciudad... y mi vida.
Como esa paloma
parado en la cornisa
como un suicida
miro a la gente llevar sus destinos.
El vértigo, invade mi razón
y me aferro al espanto
a la fuerza de vivir
a esa paloma, que regresa.
A mi lado, me mira
y los dos miramos
a la gente, abajo
cada una con su sombra.
Arriba un cielo...
sin nubes, azul
infinito de medidas
fuera de escalas.
La paloma me abandona
con seco ruido de alas
y yo regreso
a tomar otro café.
- Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 1 de septiembre de 2014 a las 17:42
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 87
- Usuarios favoritos de este poema: Inma Flores, Darkness.cl
Comentarios4
Me ha gustado mucho este poema, Esteban, por su orinalidad. Un café y una paloma para volver a la cotidianidad y soltar una pesadilla.
Es que la vida, camina por un tenue sendero que se hace cornisa y vértigo, entonces puede uno aferrarse al pocillo de café, para no caer.
El dilema del suicida es él mismo, sintiéndose algo así como un control remoto, que puede apagar una mala película, en el televisor de su vida.
Pero a levantar los ánimos, gracias por tus palabras que llegan tan lejanas, a este sur invernal.
Un abrazo
Esteban
Intensa y vibrante la atmósfera de tus versos amigo...
Siempre grato leerte...recibe mi abrazo.
Nancy
La fascinación del suicida..., la revulsión de la realidad, la necesidad dramática del protagonismo póstumo.
Afortunadamente, están las palomas oportunas...
Gracias amiga
Esteban
Muy buen poema, la semejanza de la paloma con el suicida me parecio un hallazgo. Muy bien tratado el tema.
saludos
Guillermo
Gracias por tus palabras, el suicidio es un tema apasionante, no por la muerte, sino mas bien por la vida misma.
Las razones, los rituales previos y ese intento de ser Dios..., o el autor de esa historia cesante.
Un abrazo
Esteban
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