Mi sombra se pasea mirando la noche que tiembla bajo la mirada de los ojos de miel de los muertos.
Son bravuras extremas de ella, que, como la evolución de un trompo, definitivamente fenece.
Leo en las palmas de mis manos el sabor de las nubes cuando lloran en el invierno.
Es un llanto nostálgico que se abre mientras muero, porque mis plegarias extranjeras
no alcanzan al cielo, y mi corazón se enfría.
Entonces
quiero destruírme pues los lagos de mis ojos desbordan en la soledad que yo me doy,
y que mi sombra aprueba.
Ella podría defenderme, pero se queda quieta, mi sombra.
Una aviesa paloma construye su nido en mi boca.
Yo no lo apruebo,
pero no hago nada por salvarme.
Entonces, pronto, acude la muerte,
tenaz, cenagosa.
Impávido, casi soñando,
yo la recibo como un niño.
G.C.
Direc.Nac. del Derecho de autor
- Autor: GuillermoO (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 12 de septiembre de 2014 a las 15:46
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 92
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, Alejandrina
Comentarios2
Muy filosoficas la estrofas de tus versos amigo Guillermo...
Muy grata la lectura de tus bellas letras...
Un abrazo de amistad y afecto de:
Críspulo Cortés Cortés
El Hombre de la Rosa
Crispulo:
son un halago para mi tus palabras; muchísimas gracias.
abrazo de amistad
Guillermo
Me dejo con un buen pensar, pero ese mismo pensamiento me hizo desear que hubiese sido mas largo.
te agradezco tus palabras; y quizás tengas razón, y alguna vez lo alarggue poniendo otras situaciones que se me ocurran.
saludos
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.