El hombre en el camino
Del hombre aquellas hiedras que le brotan
del sexo y de la barba y de la boca,
que suben por los muros del deseo
que enredan a su piel manzanas rojas,
del hombre aquellas piernas que se enlazan
a un cuerpo y a una piel hecha de estrellas,
de lenta eternidad como en las olas
de los mares que nacen de la sangre,
del hombre que ya esperas, que ya tienes,
que buscas cada vez que te hallas lejos,
que nombras en el aire en que respiras
y que amas simplemente por ser hombre,
del hombre, de aquel hombre, yo te digo
que todo lo obtendrás, porque ya tienes
con él la libertad que da el desierto,
conmigo, que soy él, la perspicacia
capaz de repoblar la luna seca,
capaz de alimentar un mar sin peces
y de en cada ciudad contar mil hijos,
del hombre eres tú quien dará la prueba
de atar, de sostener el mutuo hechizo,
él sólo late y vaga por las selvas,
él sólo vive un mundo ya iracundo,
es todo soledad, piel de destellos
y un cauce en la opresión de un río rojo,
del hombre, que soy yo, no me preguntes
de dónde viene, que él mismo lo ignora,
de dónde sale, que, al ver las auroras
dirá que de la noche más eterna,
pero al mirar la luna se desdice
y ha de decir que en ti tuvo su origen,
que en ti su lagrimón se volvió piedra
y el mar felicidad en que navegues.
No me preguntes quién le ordena los cabellos,
que los vientos disputan su furia cada tarde,
su rápida altivez, su ocaso tibio
y el horizonte puesto en sus pupilas como un arco,
allí la flecha fue tu corazón que se desangra,
allí el disparo es paz para las sábanas del sueño
y guerra en el deseo que se despierta a medianoche.
Del hombre no me pidas que te explique
por qué palideció con cada guerra,
por qué quiso el amor hasta aun perdido,
por qué regresa al mar por las ciudades de la noche
y que del mar no tuvieron ni la brisa ni la calma,
ni la ola que lo alzó en una caricia,
ni el brillo azul del beso del desvelo.
Del hombre no me pidas que perdone
su craso error, su fe de vagabundo,
su diario aparecer y sepultarse entre deberes,
su vano comprender que esto no es lo que mereces,
su aciago batallar para que el mundo se haga pleno
y hasta el zarzal feliz de que la tierra lo cobije,
su siempre parpadear con las estrellas de la tarde
y ese reír de trigo que inunda las arterias,
tú déjalo volar, sube a su boca,
escucha susurrar en su voz a los astros,
al fruto de la vid, al viejo viento
que con él aprendió más derroteros que en la piedra,
es tuyo, lo sabrás, porque se abraza a tus recuerdos,
porque se incendia en tus latidos, porque pasta
en la suave humedad de tus caderas y tus labios,
porque contigo irá, concatenado a la alegría,
porque en su eternidad te ha de elegir para su canto.
El hombre, ese yo soy, no me preguntes
y sólo déjame abrazar tu soledad que en mi termina.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
15 09 14
- Autor: Óscar Pérez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 15 de septiembre de 2014 a las 10:24
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 59
- Usuarios favoritos de este poema: Isis M, amon
Comentarios2
Lindo poema...un placer leerle...saludos Soñadora
Buenos días, Soñadora, un abrazo cordial y mi gratitud por tu paciencia con mis letras, cariños.-
pocos poemas tienen la capacidad de atraparme en los primeros versos, mas sin embargo tu poema me ha atrapado completamente que hermosa forma de conjugar la vida o el pensamiento y lograr volverlo un sublime poema, te felicito es simplemente hermoso,
un abrazo
amon
Amon, me honra y bienvenido cuando quieras a mis letras, un abrazo afectuoso desde Chile.-
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