La noche abre sus huecos umbríos
en la soledad cutánea.
Dinteles de oxido
por estrellas febriles gangrenan los sentidos.
La luna tiene astillas filosas
de navajas que penetran
la sustancia pulposa.
Transpira la soledad subcutánea
y supura entre mis sentidos.
Los atolladeros lóbregos de esta noche mortecina
caminan incertidumbres nefastas,
lágrimas impacientes presagian cascadas.
La guadaña tenebrosa cela
esta soledad dentada que no cesa.
Comprimen los muros aladares hastiados,
en esta tiniebla repito mi nombre
en suspiro
y que el alba rasgue las vestiduras de residuo.
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VIRTUD DEL FUEGO
EL clamor de la caricia
se edita en el acta del hecho tácito,
Establecer calor volcánico
en la cueva que grita.
Habilitar convulsiones clandestinas
en territorios de leyenda sin olvido.
la indivisible marea que recorre la piel
y caracolas abiertas en horizontes de belfos.
Volar como águila áurea
sobre las riberas compartidas,
maullar desde el cielo
la magnífica certidumbre de este desvelo.
encriptado en las líneas de los labios
como una cerradura en jeroglífico
que entre las más umbrías sombras
apunta el afán al libre albedrio de dos bocas
que se reconocen por la virtud del fuego.
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DOS CUERPOS ENAMORADOS
Dos cuerpos enamorados
frente al espejo, al lago
o en la mesa cotidiana.
Son un suspiro de hojas
en un árbol aletargado
.
Son un huerto de raíces
que la luna entrelaza.
Un habitado desierto al alba
con cálida arena de huella.
Son dos pleamares
de olas inmensas
rozándose como piedra.
Dos cuerpos enfrentados
son astros aliados con uñas
cortando truenos y relámpagos.
Mosto y zumo de licores
en un vacío intimo de temblores.
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COLMAR TU ESPACIO
Espasmos míos te caen sobre la noche,
como un halcón suicida con torpeza y desequilibro
se desplomó de la alta torre y provocó
a las densas nubes que abrieran
su boca de relámpago,
partiendo en dos tus muslos de árbol y cópula.
Las lenguas del mineral río
mojaron las orillas de tus cuatro labios,
con lengua del rubí trepé a sus encantos
Elevando mi fiebre de sudor extasiado,
por el meridional eje de tu cuerpo arribe a tu boca,
allí vivía el gemido con su barba blanca
y la ausencia del silencio
estallaba con orden de campanas.
Crujientes tornillos del tálamo,
explotando como granadas quemantes.
cuando maceré tus pechos de girasoles
ruando mis manos tus abras humedecidas.
Ahora puedes narrar el amor sensual
con un hombre
al mundo humano
o los claveles excitados.
De cuando el germen blanco
colmó tu espacio,
a la hora de las ventanas cerradas
donde tu sombra quedó en permanencia fatigada.
- Autor: RICARDO MARCELO ALVAREZ ALVAREZ LLANOS ( Offline)
- Publicado: 23 de septiembre de 2014 a las 00:46
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Dos hermosos poemas de altura amigo Ricardo...
Un placer haber leido tus letras...
Saludos desde Torrelavega...
El Hombre de la Rosa
gracias amigo críspulo. mis saludos
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