La guerra del patio

MiriDMaxwell

Cuando papá se fue de casa, estábamos jugando a la guerra. Dio la casualidad, que traía puesto su disfraz de soldado, o eso creí en aquel momento. Recuerdo muy bien que me perseguía de un lado a otro, y con los dedos asumiendo la forma de pistolas, y el traca tata de su voz, me disparaba balas llenas de muerte, que yo, al recibirlas, caía muerto en el césped del patio, hasta que mamá nos llamó a desayunar.

Papá no dejó de sonreír en todo el desayuno y me pasaba sus grandes manos, por el cabello y el mentón, apretándomelo hasta que yo ponía boca de pez. En cambio, mamá me ponía triste. Ella veía a papá desde su lugar, con la cuchara haciendo ondas en la leche y despejando las hojuelas por la periferia del plato. El juego había dado un giro, transformándose en uno más solitario: era como ser el muro que divide un país en dos. Ninguno se miraba, cada quien se concentraba, en su mitad de la mesa, en sonreír o pensar. Yo era el testigo que no puede articular palabra, me quedaba el observarlos por un largo rato.

—Papá, vamos a jugar otra vez. Ahora a mí me toca ser el malo —recuerdo haberle dicho al tiempo que me levantaba de la mesa y lo apuntaba con una pistola “¡Bam! Estás muerto ¡Yo gané la guerra!” el pensamiento me llenó de energía, más porque papá seguía en la mesa, mirándome con ojos llenos de paz, como sí las arrugas hubieran sido creadas para tranquilizar a los más jóvenes.

—No por qué hayas muerto, quiere decir que yo haya sido el malo —la voz de papá pareció desvencijarse de su calma tan normal. Me imaginé metiendo mi tropa de soldaditos, en cada grieta que dejó su tono en mi pensamiento.

—Pero, papá, los malos matan personas —le dije sin bajar mi arma, tal y como me había enseñado a apuntar.

                Fue cuando mamá se levantó de la mesa y lloró como si ella fuera la que se iba a morir. Enseguida la abracé, colgándome de sus piernas que se me hacían tan largas, que tuve que levantar toda la cara para poder mirarle su rostro.

                —Mamá, nadie se va a morir. Estamos jugando de a mentiritas —y le disparé con un “bam” hecho con mi voz. Mamá trató de sonreír y se agachó a abrazarme.

                —Ya lo sé, cielo. Ya lo sé —me dijo mojándome el oído con sus lágrimas.

                Entre abrazos de mi madre, y mi padre viéndonos desde la mesa, alguien llamó a la puerta. Yo corrí para atender, olvidando como tantas veces, en preguntar de quien se trataba. No era ningún desconocido, era un amigo de papá con el mismo uniforme y traía consigo una maleta. Lo saludé con entusiasmo, y el hombre me besó las mejillas. Se me hizo raro, pero no me importó. Me preocupaba más el rehacer mi cuartel general.

                Escuché a mi madre despidiéndose de papá, y él, me sacó de mi mundo de juegos, para llenarme el rostro con más besos.

                —No tardo, regresaré pronto —me dijo ya sin nada de su temple.

                —¿A dónde vas? ¿Me traerás algo? —dije por la ilusión de obtener algún regalo.

                —A la guerra —comentó el amigo de mi padre y yo, en lugar de ponerme triste, vi a todos con una enorme sonrisa. Papá bajó la mirada. Mamá se fue a lavar los platos.

                —Papá ¡Mata a muchos malos! —comenté al entregarle mi pistola de juguete. Papá la sujetó y se despidió de todos por última vez. Su espalda me pareció un arco e imité su salida, como si yo fuera a proteger a mi familia de muchos hombres terribles.

 

  • Autor: Miri D'Maxwell (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de septiembre de 2014 a las 17:45
  • Comentario del autor sobre el poema: Sé que no es ningún poema, pero espero que si tenga la estructura de un cuento. Se los comparto. Espero sugerencias y críticas. Gracias ( :
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 44
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