Sucedió allá en Verona
La historia que aquí os cuento:
Empezó una fría mañana,
La riña entre Capuleto y Montesco.
Las espadas agresivas,
Brillan a cada golpe del hierro:
Un Capuleto pago con su vida
Y Romeo con el destierro.
Romeo en la lejanía ya no puede decidir,
Ante los arreglos nupciales del Conde Paris:
´´La mano de Julieta humildemente os vengo a pedir,
Señor Capuleto, dice, sabré hacerla muy feliz´´.
La congoja de Julieta
rompe su corazón níveo
Y sin saberlo aumenta
La depresión de Romeo.
Padre, debe el cielo ayudarme.
Pidámosle al Señor y Dejadme yo lo pienso.
Padre, Usted sabe… yo, otra vez no puedo casarme.
Tal vez haya una salida, dice a Julieta el Padre Lorenzo.
Si hay amor hay esperanzas, no debes niña olvidar;
No pienses, Ángel mío, si haces bien o haces mal.
Cuando de tu habitación cierres la puerta,
Toma este veneno mortal.
Descuida, dormirás como si estuvieras muerta.
No morirás de verdad.
Del sepelio de Julieta,
Se enteran los Capuleto, los Montesco y la ciudad;
lloran los claveles, las rosas y las violetas
y es informado Romeo en su soledad.
Mientras beso tú silueta,
Amor mío, doy a mi cuerpo muerte
-Llora Romeo al pie de Julieta-:
Quiero correr tu misma suerte
Ay¡ Mi Romeo, tus oídos no fueron advertidos a tiempo,
Y me creísteis perder para siempre.
Sin ti mueren los ríos y el campo;
El pez dorado y el ciprés.
Espero encontraros en el cielo santo,
Ahora que tu muerte es real,
Nunca debí despertar.
Y con esta daga de tu sangre untada,
Quiero, mi amor demostrar
Al morir con ella en mi corazón clavada
Nunca en el mundo
Ha existido un amor igual.
- Autor: Adolfo Cano (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de septiembre de 2014 a las 21:19
- Comentario del autor sobre el poema: Este es un deseo cumplido: plasmar esta historia en un poema
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 616
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