Se había convertido en una rutina. Todos los días, de lunes a viernes, a las 7:30 a.m., él se asomaba por su ventana y ella pasaba rumbo al colegio. El la miraba y sonreía, ella agitaba su mano en señal de saludo, y también sonreía. Todos los días, el mismo ritual, miraba el reloj de pared, las 7:30 a.m.; él se asomaba por la ventana, ella pasaba, le sonreía y lo saludaba, de lunes a viernes. Ese día, él miro el reloj, eran exactamente las 7:30 a.m., rápidamente se asomó por la ventana y ella no pasaba, ni le saludaba, ni le sonreía. Eran las 7:31 a.m., y ella, aún no pasaba; las 7:32 a.m., y no pasaba. 7:33 a.m., y no pasaba. 7:34 a.m., y ella no pasaba. Él estaba desesperado, a cada momento se enfurecía más y más. No resistió más, miro el reloj, y a la par del reloj, pudo ver el calendario: Fecha 22 de mayo. Era día sábado.
José Antonio Hernández R.
- Autor: jose antonio hernandez r. ( Offline)
- Publicado: 18 de octubre de 2014 a las 17:55
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 26
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios2
El protagonista de tu cuento es un ser despistado e distraído al nivel Dios..., en sí, es un buen relato, y que lleva a una conclusión final...
Me encanta un cuento tan especial y tan bien llevado por tu bella prosa amigo José
Un placer pasar por tu portal...
Saludos de tu amigo Críspulo...
El Hombre de la Rosa
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