Estos versos carecerían de sentido sin conocer, aunque brevemente sea, la historia de su protagonista. Yo en esa época vivía en Torrelodones, una mediana población cercana a Madrid. Una mañana de un sábado de noviembre, mi hija de 14 años llegó a casa con un muñeco de peluche. O al menos, eso es lo que yo creí. Hasta que descubrí su mirada inocente, entre melancólica y un poco triste, como la que pone alguien carente de cariño a la espera de recompensa.
A pesar de que yo siempre había vivido en el campo, nunca acepté tener animales de compañía por la responsabilidad que ello implicaba de atenderles como se merecen.
Sin que casi pudiera reaccionar, de pronto mi hija me espetó:
¿no te gusta, papá? ¿no te parece bonito? ¡mírale!
Yo traté de seguir con mi discurso y respondí: muy bien, hija, pero eres tú la que vas a asumir la responsabilidad de cuidarle.
¡Vale! respondió, cortando en seco la conversación, como para evitar que me pudiera volver atrás.
Como suele ocurrir en estos casos, al día siguiente era yo el que me ocupaba de sus cuidados.
El tiempo pasó rápido y un año cumplió. Y desde entonces puntualmente todas las tardes ansiosa me esperaba ella, mi perrita linda moviendo la cola, que volviera del trabajo para sacarme de paseo.
Hoy, después de mucho tiempo, he vuelto a hacer ese mismo recorrido. Y he querido reflejarlo en estos versos.
La misma torre sigue enhiesta,
pasa el tren con sus vagones
con sus curvas de ballesta,
bailando a los mismos sones. (*)
Ah! se me olvidaba. Zoe, se llamaba Zoe, nombre que le puse en honor a Zoe Valdés, escritora cubana, que por aquel entonces estaba de moda.
Un perro, mejor dicho una perra tuve yo,
era mi compañera, mi mas fiel confidente
y un día de repente, de pronto se murió,
asi y sin despedirse pues lo hizo de repente.
Sin preparar el duelo que en silencio se fue
Yo, si, fuí yo el que la cuidó, el que frecuentemente
la aseaba y daba de comer y fui el mismo que
llevaba por el monte a mi perra diligente.
Ahora ya entristecido hago el mismo paseo
y allí brincando la veo entre los pedregales,
la veo en los matojos, la veo en los jarales,
la miro y que ya no esté conmigo no me creo.
Y su pata y su mano me da si yo aún le pido
y agacha las orejas y me mira de frente,
ella a mi me conoce pues sabe soy su amigo
mas sus ojos no miran ya lamentablemente.
Y yo echo la vista atrás y pienso y yo me digo:
qué árdua se hace la vida cuando coges afectos
y tu vas mendigando como un pobre mendigo
pomadas para heridas que no surten efecto.
- Autor: donbuendon (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 5 de diciembre de 2014 a las 01:56
- Comentario del autor sobre el poema: (*)La torre que da nombre al pueblo se percibe desde un pequeño acantilado por donde discurre el tren de cercanías.
- Categoría: Fecha especial
- Lecturas: 57
- Usuarios favoritos de este poema: el poeta del abismo, Nuria Madrigal, Maria Isabel Velasquez, El Hombre de la Rosa, rosamaritza, CARMEN, jarablanca
Comentarios9
Un poema que toca el alma, al menos para mi que soy muy amante de los animales.
Me trajo recuerdos su poema de un gran perro fiel que igual tuve e igual le hice un poema.
Un gusto pasar a sus letras, sinceramente me voy acongojado por los recuerdos que me trajo su poema y que es muy bueno.
Saludos de amistad
A todos los que tenemos o hemos tenido mascotas, estos temas son fáciles de comunicar pues se asocian sentimientos.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo
Uff Don, a mi me matan los poemas que hablan de ese cariño incondicional (En mayo hizo un año que perdí mis dos cariños de cuatro patitas)
Abracitos 😉
En tu caso, pues, no tengo nada más que decir pues habrás vivido en propia persona lo que yo aquí he tratado de expresar.
Un abrazo
Enorme ternura tus letras, sigues siendo muy humano. Felicidades amigo Donaciano.
bambam
Humanos somos aunque algunos canes a veces de muestran más humanidad que nosotros.
Un abrazo
Muy buenos serventesios poeta...
El amor hacia los animales siempre debe estar en nosotros...
puesto que ellos nos dan cariño y amor..
son la especie creo yo mas sabia que existe..
los animales en su estado natural y los que son domesticados y se les brinda amor, son superiores a nosotros poeta; porque algunos pueden volar.. otros no necesitan lujos para vivir....
son libres pero a veces los hacemos esclavos.. para no salirme del tema..
quiero que sepa que me emocionó sus versos ..
saludos
Gracias, John, por tus amables y sentidos comentarios. Son historias personales pero que pueden hacerse extensivas a muchas otras más personas que han tenido la oportunidad de convivir con animales.
Un abrazo
LA MUERTE DE UNA MASCOTA... DIRÍA MAS BIEN DE UN INTEGRANTE MAS DE LA FAMILIA ES DOLOROSA... LA VIVÍ Y LA VERDAD CAUSA MUCHA TRISTEZA Y DOLOR
FELIZ FIN DE SEMANA POETA
ABRAZOS DTB
Huelga que yo diga más. La persona que lo ha vivido lo comprenderá.
Un abrazo y gracias por tu visita.
Un abrazo
Muy hermoso tu poema amigo Donaciano...
Un placer pasar y leer tus letras...
Saludos de tu amigo Críspulo...
Gracias, honorable Críspulo, senador romano.
Un abrazo
sabes Donaciano, como me ha gustado este poema, y te entiendo tanto, tengo a mi lado las 8 horas del día una perrita, que celebra cada vez que me ve y donde me siente ella se sienta también, me acompaña insistente y es por ella que hoy no estoy tantas horas solas, los hijos crecen hacen su vida y tienen sus ocupaciones, y no sigo porque voy a llorar , ustedes llenan mi vida cuando me recluyo en mi hogar con gran soledad. te quiero mucho amigo querido, y lo sabes. abrazos y besos por siempre.
rosamary
Los perros son los auténticos ejemplos de amor, pues ellos si que no piden nada a cambio. Con un poco de cariño se conforman. Lo malo es cuando les toca la hora de irse. Luego ocurre que como han formado parte de tus propias experiencias de vida, les recuerdas a cada momento.
Un abrazo
Tu poema mi querido poeta trajo a mi mente recuerdos de un perrito que yo tuve y todo aquello que sentí mientras vivió su lealtad, su cariño y ese dolor inmenso que senti cuando después de trece años murió. Gracias por compartir tu poema. Un beso
Gracias, amiga. Son experiencias tristes que al que más y al que menos en algún momento les ha llegado.
Un abrazo
Me has emocionado tanto que me has hecho llorar. Yo de pequeña tuve una perrita y fue mi compañera de juegos y mi protectora, cuidaba de mi con tanto amor, que si yo la olvidara sentiría vergüenza de mi. La adoré cuando estaba viva y ahora adoro su recuerdo, jamás olvidaré el inmenso amor de su mirada.
Gracias por tu amoroso poema.
Un abrazo grande.
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