Un nuevo anochecer
nos nutre de nostalgia y de deseo
entre la profecía y la memoria.
Sabe que nos lo debe,
que tiene que pagar
por todo el daño que nos hizo
y devolvernos parte de lo que nos robó.
Tal vez así podamos perdonarlo.
Y aunque tan sólo sea de migajas
tendrá que alimentarnos, qué remedio nos queda.
Mala suerte la nuestra, y ya es costumbre,
qué distinto de habernos ido mejor las cosas.
De las gentes que pasan tengo miedo
cuando juzgan la acera y el instante.
Tengo miedo, mi amor,
cuando me desarbolan tus palabras
de que intuyan el brillo de mis ojos
y el ágil repicar de mis latidos,
ya que no negaré si me preguntan.
Hagamos, pues, creer a los demás
que hipoteco mi pluma cada noche
en desgranar pretéritas vivencias
o en descifrar mis lances venideros.
Que sigan indagando
si son mis versos fruto de un océano en calma
o el estruendo de un mar embravecido,
si son la consecuencia de las musas
que a diario visitan mi balcón
o el sudor y la fiebre
de alguna incontrolada fantasía.
Que a vislumbrar no alcancen,
bajo ningún pretexto, la auténtica razón.
Que insistan y se apliquen en sus cábalas,
ya llegará su tiempo.
Mientras tanto, tendremos que aprender
a saciarnos de luna y de paciencia
y de algún arrumaco más que anónimo
desde esta aterradora lejanía.
Mas sé que entenderás
el oculto lamento de estos signos,
pues tan sólo tú y yo, mi amor,
sabremos, ciertamente, que son nuestros.
- Autor: Moreral ( Offline)
- Publicado: 12 de diciembre de 2014 a las 04:43
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 48
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Muy hermoso tu genial poema amigo
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