Un pequeño patio, con una serie de cuartos en herradura, en uno de ellos vivo en compañía de mi hijo mayor. Hay árboles de varias especies de frutales. Un naranjo, cuatro guayabos, un mango, varios plátanos, un nanche, había un papayo, una palma y dos planta de bugambilia. Esta minúscula comunidad vegetal, es un oasis para los pájaros, y básicamente en la bugambilia y el naranjo, que quedan frente a la habitación que habito. Los pájaros, pertenecientes a la clase de las aves, habitantes de la tierra, millones de años antes del ser humano, y que cada vez le disminuimos su habitad, hoy, en este microcosmos, compartimos espacios.
En mi convivencia diaria con ellos, descubro reflejos en la conducta humana, me sirven de espejo y de enseñanza, disfruto mucho su compañía cuando los observo. Envidio su libertad, tal vez instintiva y no razonada. La parte instintiva nuestra la tenemos aprisionada con tantas cadenas que nos atan. Cada quien las tenemos y muy difícil descubrirlas, de allí que los nuevos o redescubiertos caminos, acuñen la idea de que el ser humano vive dormido, atrapado en la ilusión de los sentidos, sin conocer la verdadera realidad.
Mis hermanos, amigos y vecinos, los pájaros, así les llamo, pertenecen a varias familias, como los seres humanos. Los menciono como los voy recordando, vienen dos especies de colibrí, una tornasol, cuyo plumaje en contacto con los rayos del sol, se observa iridiscente, como una explosión de luces de colores. El otro es de coloración oscura, con espejos de luz cuando los rayos del sol lo manchan. La flor del plátano y las bugambilias son sus alimentos. A veces se detienen a descansar sobre los palitos secos de guayabo.
Sigue el gritón, un carpintero, abado brillante, con una mancha roja en la cabeza. Yo creo que me avisa que ya llegó, porque empieza a gritar cerca de la ventana y cuando salgo, se esconde en el delgado tronco de la bugambilia. Inmediatamente hago bolitas de pan y se las aviento, no se asusta, se las queda mirando, mientras otros ladrones, los pitillos, otra familia de unos 10 integrantes, se las disputan. Parece que selecciona alguna, porque de pronto baja de la planta y la toma entre su largo y duro pico de color negro. Viene sólo, y a veces trae a su pareja, es monógamo no cambia de pareja. Ésta es silenciosa, callada, no grita como el macho. Ambos disponen de fuertes garras que les sirven para agarrarse de los troncos y postes de manera vertical. Así descansan, no como las otras especies.
Por allí aparece un pequeño pájaro, del tipo “verdín”, verdoso tornasol, solitario, nunca acompañado, intuyo que es macho, son más dados a volar más lejos que las hembras. También viene por su desayuno, en este caso son “morusas” de pan o de tortilla. La banda de pitillos lo acepta y come entre ellos.
La pareja de palomas, especie más pequeña que la tórtola, cuerpo grisáceo, con plumas rosadas por abajo y picos muy suaves. Sólo comen pedacitos muy pequeños de lo que les ofrezco a todos. Ellas comen, de preferencia, semillas de nabo, de mostaza. Son el amo durante la comida, andan peleando con los pitillos por la comida, no los dejan comer con ellas. Siempre andan en pareja, y el macho tiene un canto muy dulce , cucucu-cu, cucucu-cu. Lo que comen, en su buche, lo muelen y lo convierten en una especie de leche, y ese líquido espeso lo degluten para darlo de comer a sus hijos. Los pájaros también tienen hijos como nosotros, el nombre no importa, tienen descendientes.
Los gorriones, con un canto precioso de los machos, de cabeza, hombros y pecho rojo. En cautividad los colores cambian a amarillo. Son especies de las alturas, no andan por el suelo, se la pasan en la punta de los árboles. También viven en sólida pareja, ella es más pequeña, grisácea sin el colorido de los machos. Tampoco canta. A veces compro alpiste, el alimento preferido de muchos pájaros, y llegan a bajar al suelo, sólo que los gritones o pitillos los intimidan porque actúan en montón, como las bandas.
El rey del color, más estacional, lo miro con frecuencia cuando están floreando las flores del plátano, la calandria. Hermoso macho, con un antifaz negro en su cara, largo pico del mismo color, con mejillas, como las mujeres, bien pintadas de un naranja subido. Alas de gris muy oscuro, con plumas entreveradas, también de color naranja y todo el pecho del mismo color. Sin tener su pico del tamaño del colibrí, y tampoco tan delgado, es capaz de meterlo en la corola individual de cada flor, y seguro con una lengua larga que se hace como tubo y chupa el néctar de cada flor. Esta especie llega en el momento justo que va saliendo la flor, de una estructura coriácea de color vino morado que no sé por qué, me recuerda el útero femenino, donde se guardan las flores. Llega y si aún no están bien descubiertas las flores, con su pico jala la cubierta de ese útero y desprende una delgada hoja, sin la cual, aparece el ramillete de flores que esta alrededor de él. Es una escena asombrosa observar a esta especie como convive con la flor del plátano, ayuda a que esta se exponga, no solo succiona el néctar, si no que funciona como un polinizador, porque vuela a otras flores, promueve el intercambio de polen, las flores se fertilizan y de allí se desarrollan los ricos plátanos que comemos en el desayuno o en cualquier hora del día. Después de esa hazaña, donde está haciendo malabarismos en el útero platanar para no soltarse, vista por mis ojos, horas después, las flores se desprenden hacia el suelo. Ya dejaron en la planta su gineceo fecundado, ese hijo ya está seguro en la matriz de la planta y formará un fruto. Las flores caídas, es otro mundo de vida, azucaradas, es un atractivo para otras especies, moscas, hormigas, abejas y otros insectos también van a saborear la dulzura de estas flores que ya desprendidas, siguen contribuyendo a que la vida continúe.
El actor principal es el pitillo, a diferencia de todas las demás especies, monógamas, aquí el noviazgo es en grupo, una pajarita en celo, pone a funcionar sus feromonas, y un grupo de machos con una fiesta de gritos la persiguen entre los árboles y suelo. Solo ella sabe a quién escoge y cómo lo hace. El hecho es que de pronto esa algaravía se acaba y queda un macho con su hembra, y ya forman pareja. Y me ha tocado observar con detenimiento como practican el amor la parejita de pitillos, Passer domesticus . Esta especie es omnívora, como el hombre, es muy variada su dieta. De preferencia granos y sus derivados. Viven en comunidad, andan juntos, alimentan sus crías entre todos. Hacen sus nidos en parejas, sin embargo tienen lazos afectivos muy fuertes por funcionar en grupo, para todas sus necesidades. Su estructura social es muy definida, con una escala de poder, que está fijada en los machos. Hay un líder, el más fuerte y vigoroso, come primero, tiene su propio espacio y dirige al grupo. En época de celo, el lleva las de ganar y hacia abajo está la jerarquía descendente.
Fue el motivo de escribir esta semblanza de los pájaros, al despertarme en la mañana con uno de ellos en mi cama, yo digo que me avisaba que ya era hora de darles de comer. Muy frecuentemente, entra alguno de ellos al espacio donde está la cocina y sigue al del cuarto, me parece que es el aviso de que ya aprendieron como pedir comida. Salgo con las galletas, pan integral o común o tortillas o alpiste, avena, arroz y hago cierto ruido, sssssssssssss…y empiezan a revolotear alrededor de mi. Tiro en el suelo la comida, y me retiro. Empiezan a bajar del naranjo o de la bougambilia. Empieza el desayuno, como niños chiquitos se pelean, uno a otro se la quitan o se la roban cuando son pedazos de pan o de tortilla. Hay momentos en que desaparecen, no se a donde van. Normalmente se la pasan en los dos árboles todo el día. Por la tarde, antes de ponerse el sol, cuando estoy les vuelvo a repartir algo de comer. Y se van, no sé donde duermen. Construyen sus nidos en los árboles o palmas. Más les gusta en los techos de tejas, en agujeros de las paredes. Donde vivo no hay esas condiciones. Así que de mañana me despiertan sus cantos muy sencillos, sin la elocuencia del gorrión o de los mirlos y cenzontles.
Desde hace días tengo un pendiente, acaba de llegar una nueva familia de inquilinos, con un gato. Ayer lo vi descansar, entre comillas, en la base de la bugambilia. He estado pensando qué hacer. Mientras esté presente, cada que lo vea que ronda por allí, le arrojaré agua, a ver si se condiciona para que no visite ese espacio. Su instinto de cazador lo mantiene allí, no puedo evitarlo. Confío, que como siempre, los pájaros se cuiden solos.
Mis hermanos, amigos y vecinos, los pájaros, forman parte de mi vida. EL POETA DEL AMOR. 16-11-14. CABO SAN LUCAS, BCS. MÉXICO.
- Autor: arturo maldonador ( Offline)
- Publicado: 19 de enero de 2015 a las 17:35
- Comentario del autor sobre el poema: Todo lo que me rodea es vida, y vida hermosa. Muchas veces estoy ciego y no me doy cuenta de la belleza que está a mi alrededor, y menos de la que existe en cada ser humano, como tu. Los pájaros son mis hermanos, son como almas que les toca hoy vivir en un cuerpo de pájaro y a mi en un cuerpo de persona. Tengo dos poemas, Los pájaros y Ser pájaro. Mi reflexión, producto de horas, cuando me llegaba la angustia me ponía a observar los pájaros y es una de mis terapias. Gocé al escribir un resumen de esas almas aladas.
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 29
- Usuarios favoritos de este poema: soki, El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Una maravilla tu hermosa prosa literaria estimado amigo Arturo...
Un placer leer tus hermosas letras...
Un abrazo de amistad y afecto...
El Hombre de la Rosa...
Gracias.
En la foto, una nueva alma alada. Ayer conviví con un pequeño de unos cuantos meses, y me puse a platicar con lenguaje onomatopéyico, risas y gritos guturales. Saludos cordiales.
Gracias por tu atención de contestar.
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