AURORA EN ATARDECER

juan sarmiento buelvas

Todavía te recuerdan con envidia las rosas, las begonias, las orquídeas,

 las margaritas,  que abandonadas dejaste en el jardín,                       

ese jardín que alegremente me robaba tus amores, en las mañanas

pretéritas de fríos donde un café caliente reemplazaba tu calor.    

 

Sedientas están porque no volviste a regarlas,

ya no sienten  celos de tu fragancia,

ya no sienten la  envidia que le causaba la armonía de  tu belleza,            

ya no se deshojan con el rubor de tus rosadas mejillas en medio de una sonrisa

capaz de atraer los pájaros silvestres a tu cabellera,

ya no las deslumbras con el brillo de tus ojos que hoy ocupan las luciérnagas

en la noche con su tintinear luminoso.                                 

 

Ya no las enloqueces con el aroma de fino y costoso perfume Francés,

queriendo imponerse por encima de la fragancia que dispersaban las mariposas

al recolectar el polen en medio de la niebla al amanecer.                    

 

Ya no eres, su eterno rival, ya no tienen la necesidad de rivalizar

con tu sorprendente belleza, porque ya no estas.                                  

 

Nostálgicas están por que no las volviste a visitar, no las volviste

a mimar, no volviste a retirar de su follaje el excremento de los pájaros

que sabiamente regabas en sus raíces para convertirse en abono.

Pero no, lo  que no saben es que te fuiste a cuidar  anturios,

pompones, amarantos y lirios en otro edén.                                  

 

No te conocieron las mariposas que nacieron de pretéritas orugas

que dejaste colgadas de  espinas de rosas confundidas con

capullos de flores aun sin lucir  sus despampanantes colores de primavera.       

 

No te conocen las cigarras que año tras año cantan en semana santa

para luego morir y regresar a la tierra de donde nacieron,

no te conocen los colibríes que nacieron en primavera,

y hoy con sus alas refrescan las flores para acelerar

su fotosíntesis.

Para las orquídeas eres recuerdo plantado en añejas flores

que marchitas yacen en la tierra esperando que un día regreses,

para florecer y ser el deleite de tus ojos de cristal.                          

 

Pero no, para el cacto que florece de noche en el centro del jardín

Ya no eres el fantasma que lo visitaba en la oscura noche para

mutilar sus flores que luego lucías sumergidas a medias  

en un cristal de murano para que admiraran tu despampanante

 cuerpo desnudo revuelto entre suaves mantas de seda en tu alcoba.                          

 

Pero no, para mí,  sigues siendo la flor de la Siempreviva,

La que sin los cuidados de mis  caricias, sobrevive en otra estación,

La que sin recibir la ambrosía de mis besos es feliz en la lejanía,

La que sin ser regada por mis aceites esenciales sigues riéndole a la vida,  

Por qué no sientes sed, tus flores no se marchitan, no te cansas ni te destronchas

Con el peso de algún pájaro que sin preguntar haya escogido tus ramas

Para edificar su nido  en el verano,

Y a pesar de todo, sigo esperando,

Sigo esperando con paciencia,

Que un día aparezcas con las aves que regresan en verano,

Atraídas por los recuerdos que no murieron en la ausencia,

Por qué no has dejado de hacer falta.

sigues tan viva en mis sentimientos

aún sigo esperanzado que un día aparezcas

con las aves que regresan en verano.

 

 

 

 

  • Autor: juan sarmiento buelvas (Offline Offline)
  • Publicado: 10 de febrero de 2015 a las 12:45
  • Categoría: Carta
  • Lecturas: 53
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