Dama de negro

lemos maximiliano

 

 

Se escucha, a lo lejos se escucha, muy en lo profundo de la noche,
la marcha anunciando el andar de la misteriosa dama, cubierta de negro.
Se escucha con cada paso el morir del suelo, sangre y veneno que cubre el fango,
que cubre el miedo de aquel que pueda presenciar tal tragedia, andar serena.

 

Es tan triste, tan frio, tan cruel, que por momentos me gusta, y por momentos detesto,
es que sé, que dentro de tanto mal, de tanta angustia y tal misterio, sus ojos azules lloran,
y estoy convencido que son azules, porque más de una vez, me refleje en ellos, sin darme cuenta.

 

No detiene su marcha, y la siguen los cuervos, con disimulo. Entiendo su juego erótico,
no se ven, pero lo hacen, creen que no los veo, que no los veo verse, y si no hago.
Que bello, dolorosamente hermoso, no me importa llorar, pues lo hago, y rio, también rio,
¿Cómo puede tal figura robarme el cielo, fundir mis sueños, curar mis miedos?

 

Y por fin terminas tu andar, justo frente a mis pies, a mi pecho, a mis ojos,
tan cerca que tiemblo, todo tiemblo, todo menos mi cuerpo, ya inmóvil se pierde lejos.
Te presentas, silenciosa mujer de negro, frente a mí, sin mediar palabras, sin mover un dedo,
te presentas y haces sentir mi piel ya niebla, que se pierde en la noche, y nos perdemos.

 

 

Lemos Maximiliano Daniel
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