En otros tiempos la lluvia era un acto divino.
Así lo creyeron los magos en la fe de Zoroastro,
que se entregaban al brebaje gratuito de la tierra,
afianzando las virtudes del valor y el mando,
mientras fluían por las costas del raudal inmenso.
O los druidas, la principal casta sacerdotal de hierro,
que, bien metidos en el mundo como un árbol en el bosque céltico,
procuraban la reencarnación en la pureza,
la fuerza motora y la sinceridad del movimiento.
Nunca se agotaron las aguas del cielo,
pero hoy ya ningún dios procura la sentencia,
la magna gracia del cristal infinito, fragmentario,
allí donde Pitágoras creyó ver mil lunas,
donde Ariosto vio la caída del paraíso.
Sin embargo, por las noches, y en los techos,
la gente oye las pisadas y las voces de espíritus,
familiares que ahora esperan como druidas,
ansiosos y transparentes, la transmutación de ápeiron.
Pero esto no se dice, no solo por temor a la locura,
sino por temor a agotar otra mágica superstición.
- Autor: MALZZZZ ( Offline)
- Publicado: 17 de febrero de 2015 a las 20:10
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 64
- Usuarios favoritos de este poema: poetalibre
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.