Tarde en el río
No pretendo demostrarles nada,
no vengo a ser ejemplo para nadie,
sólo conozco las palabras y las uso
para ver si así descubro sus sentidos.
Sólo nací, no lo pedí, ninguno lo hizo,
ni me explicaron que era ser y qué era el hombre,
me tuve que enseñar mirando un río,
me tuve que olvidar viendo correr sus aguas,
y si algo aquí aprendí, no lo recuerdo,
pero sé que otra vez valdrá la pena el intentarlo.
Y sé que hablo del amor, pese las burlas
de todos lo que dicen que ya ha muerto,
que no es tema para nadie, que el futuro
se basa en el mercado, no en el alma.
El alma es otra cosa que no se usa,
es que no existe ya, me dicen los dolidos,
es que no vale nada, me dice el usurero,
es que ya no nos sirve, me cuenta el derrotado.
Y yo no sé, tendrán razones que no objeto,
no vine, como dije, a discutirles,
sólo les cuento que recuerdo aquellas tardes
en que allá, en mi pueblo, siendo niño, me perdía,
veía el agua correr en aquel cauce
del Aconcagua, más turbio que la tierra
que así cruzó, sin darle otra importancia.
Era feliz, y soy feliz cuando me acuerdo
de que ni entonces ni hoy en día me importaba
lo que fuera a suceder con mis cabellos,
con las estrellas, con el pan de mis hermanos.
Y es que bastaba que mi madre nos leyera,
que mi padre nos llevara hasta el estadio los domingos,
que en la calle nos quedáramos jugando
a la pelota hasta afiebrarnos en verano.
Luego pasaron muchas cosas o ninguna,
luego me fui tan cerca o lejos como pude,
llegué hasta el mar, me vine a las ciudades
y simplemente amé cada lugar en que he vivido.
Algunos dicen que ya no nos queda tiempo,
algunos dicen que ya no nos queda mundo,
que esta es nuestra agonía, el epitafio
que ninguno rebatió, pudiendo hacerlo.
De ser así, como hace tanto, traigo un barco,
un barco de papel, hecho de niño,
los pliegues son exactos y en la orilla
comienza a navegar serenamente.
No vengo a conjurar destino alguno,
no vengo a maldecir lo que no hicimos,
tampoco a prometer que haremos cambios,
tan sólo vine a ver cómo se aleja,
cómo se agita entre las aguas este barco,
cómo de verlo se me llena todo el pecho de alegría.
Si alguna vez lo ves llegando a tus orillas,
enhiesto y juvenil, tal vez desecho,
me cuentas cómo fue, cómo te ha ido,
cómo ves tú que van pasando tantas cosas,
hay tiempo para hablar y, en cuanto veo,
el río aún correrá por muchas tardes en su cauce,
como tu sangre en su otro mar, lleno de naves,
como aquel pequeño río en que me siento
a conversar una vez más contigo y con todos los que pasan.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
18 02 15
- Autor: Óscar Pérez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 18 de febrero de 2015 a las 13:55
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 40
- Usuarios favoritos de este poema: Claro de Luna
Comentarios1
Hice un recorrido por tu río, no puedo dejar de hacerlo. Un abrazo
Bienvenida a mi orilla, saludos fraternos, claro de luna.-
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