¿COMO ES EL CIELO POR DENTRO?
Una duda existencial me asalta desde hace tiempo.
¿De que color? ¿De que forma? ¿Cómo es el cielo por dentro?
¿De que están hechas sus calles? ¿Cómo son sus viejos templos?
¿Cómo vive allí la gente? ¿Ríen? ¿Lloran? ¿Sienten miedo?
Entré en su página Web por captar alguna idea,
pero es tan enrevesada y me dio tantos problemas
que al final he decidido especular por mi cuenta.
Cojo lápiz y papel, y a ver si salgo de ésta.
Dicen que se van al cielo todos los que fueron buenos,
para vivir, ya por siempre adorando a un Dios eterno.
Mas, eso a mí me mosquea porque, de entrada, no entiendo
que ascetas, asexuados y hasta el mismísimo clero
sean la mejor compañía para tan extenso tiempo.
Anacoretas, meapilas y todo lo que da el género
me aturden y me anonadan. Así que elijo el infierno,
que allí voy a estar de cine, entre whiskys, juego y sexo.
Mas, volvamos a lo nuestro, no nos salgamos del tema.
Otros dicen que allí hay interminables praderas
y eternamente, a caballo, cabalgando irán por ellas.
Pobrecito el animal que aguante sus posaderas,
con tantas ventosidades, en esa eterna carrera.
Lo del avituallamiento lo tiene crudo el colega.
Hay quién afirma también y dice con mucha flema
que se trata de un harén lleno de mujeres bellas.
Con noventa y nueve huríes por barba, dice el Profeta.
Y digo yo; los que no pueden con una, ¿Cómo arreglaran el tema?
¿O será lo que otros dicen? Que quién cruza aquella puerta
nada siente, nada espera, pues sólo una cosa es cierta,
que todo lo envuelve, cubre y llena la muerte negra.
Yo pienso que si es así ¡Vaya un porvenir de…!
Luego están esos que llevan la felicidad a cuestas,
el “paz y amor”, las bandurrias, guitarras y panderetas.
Con sus blancas vestiduras recorren pueblos y aldeas
sin dar nunca un palo al agua, y con tres palmos de jeta.
En fin, que cada cual tiene, del cielo su propia idea
y refleja sus tendencias con su conducta en la Tierra,
y hay aquí un crisol de gentes con o sin tener creencias
que esto es un batiburrillo de madre y señora nuestra.
Para echar luz sobre el caso hice una pequeña encuesta.
Elegí un numero impar para que empate no hubiera.
(Descartando a los que hablan con Dios por línea directa).
Veinticinco coleguitas aceptaron la propuesta
e hice la misma pregunta que da título al poema.
El resultado fue claro: veinticuatro indiferentes y un “no sabe, no contesta”.
Viento de Levante
- Autor: Viento de Levante (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de febrero de 2015 a las 16:18
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 173
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