Y ahí está otra vez golpeando a la puerta y yo abriendo para ver como todo se desmorona afuera.
Y cuando volteo para entrar, noto tristemente que de este lado de la puerta también todo se está desmoronando, o ya se desmoronó hace rato… Sigo observando, porque ya nada se puede hacer con todo que se cae ante el mínimo intento de construir o reconstruir esas ilusiones que supieron ser en una utopía tan hermosa y tan bien fundada…
Ya nada es igual. Empiezo a sufrir las heridas de mi metamorfosis ambulante que me tuvo hace un tiempo en la punta del risco, como el cóndor y ahora me tiene arrastrándome entre tanta lava y tanta tierra como una hormiga desorientada…
No me importa otra cosa más que encontrarme, porque ya entre tanto desorden, no sé ni dónde quedó mi corazón… ¿Estará con la guitarra? ¿Lo habré dejado al lado del parlante cuando cantaba con tanto sentimiento esa trova que te pensaba? ¿No será que te lo llevaste por accidente? ¿Se me cayó en ese bar cuando saqué las monedas del bolsillo para dejar propina? Fui descuidado, no puede uno andar con el corazón en el bolsillo y el latido en la palma de la mano…
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