CENIZAS

          Es mi enésimo intento fallido y, paréceme que esta vez tampoco va a cuajar. Busco algunas ramas verdes entre el paraje encenizado al que, el bárbaro incendio ha reducido mi monte, mío y de todos, claro está. Toneladas de ceniza y de guijarros tiznados es lo único que queda. -¡Que lástima!- Hasta hace poco tiempo, apenas me asomaba a mi ventana a mirar el exterior y ya tenía a mi alrededor el campo con todos sus sonidos.

        Caminaba por sendas y laderas y al cabo de unos minutos, mi libreta de apuntes rebosaba de tonalidades y el rumor de los arroyos acariciaba mis sentidos.

        Nunca he disfrutado de  imposibles horizontes ni me he perdido por lugares de fantasía. Tampoco he participado en grandes eventos, si acaso, en alguna que otra fiestecilla y siempre como invitado de última hora. Mis cosechas siempre fueron reducidas y jamás, mi nombre salió en papeles ni se anunció en  emisoras de radio. Sin embargo, yo era feliz, porque apenas alzaba la vista, mi mano volaba sobre las cuartillas, describiendo las cosas bellas, de las que mi mente acababa de impregnarse.

        Ahora, ni entorno queda. Y yo hundo mis pies en la ceniza que, en algunos sitios sobrepasa la altura de las rodillas. Todo silencio, todo el gris de la ceniza se ha metido por cada poro de mi piel, llegando hasta el mismo fondo del alma.

        Ya no me queda nada. Ahora soy pobre; tanto como el que más. Ni fuera ni dentro encuentro motivos para cantar y por más que busco, no hallo una rama ni un brote ni una nota de color que no sea el gris de la ceniza.

                                            Viento de Levante