Estoy aquí, anidando en tus entrañas,
Mi cuerpo vive aquí, y aquí se reconforta,
Me alimento de ti, respiro y me formo de ti,
Y día tras día con más fuerza me soportas.
Sabes Mamita, por estar en tu seno,
Estoy muy contento y yo me consiento,
Me muevo de aquí para allá, brinco y salto,
En calma, hasta puedo apreciar tu canto.
No hay nadie más que nosotros: tú y yo,
Y Dios que nos envuelve con su presencia,
Él, su Santa Esencia sobre mí depositó,
Cuando su semilla en ti, mi padre aportó.
Yo no sé en qué momento esto sucedió,
Sólo recuerdo el momento en que aparecí,
Y desde entonces siento vivir a Su lado,
Desde que tu óvulo mi padre hubo fecundado.
Yo no sé de qué remembranzas me lleno,
Pues siempre estoy sonriendo, alegre y pleno,
No sé todavía qué es la vida y qué me espera,
Pero debe ser bella, como estar en tu seno.
Mi alma no conoce otra cosa más que Dios
Estoy viviendo con Él, en pleno contacto,
Nadie puede alejarme de Su santa presencia,
Porque Él aquí me alojó y de Él provengo.
Vivo interiormente, mas, un día veré la luz,
Y conoceré las formas y todos los colores,
Escucharé los sonidos, y me cantarás canciones,
Disfrutaré alimentos y suaves sensaciones.
¿Serán serenas como las que siento ahora,
Serán cálidas y suaves como el aura tuya,
Que me acoge, acaricia, ampara y protege?
¿Estaré siempre bajo tu cálido plumaje?
No dices nada, y en cambio, siento opresión,
No sé que siento, un malestar, desesperación,
Algo en tu sangre alimenta a mi congestión,
Escúchame Mamita, no tengo conciliación…
Me arde mi cuerpecito, y mi cabeza se revienta,
No creo que esto sea la vida que me prometiste,
No creo que esto se ajuste a la voluntad de Dios,
Siento que estallo, siento que me parto en dos…
No puedo soportar este dolor que me destroza,
Intento gritarle, hablarle, pero ya no me escucha,
“Mamacita, sálvame de esta siniestra destrucción,
Dame calma, dame mi paz, quítame el dolor.”
El médico por fin terminó su trabajo habitual,
Recogió los pedazos en que el cuerpecito quedó…
De tanto que lo hacía, para él era cosa normal,
Y en una bolsa negra a la paciente se los entregó.
Nadie dijo nada, el silencio oscureció su mirada,
Su mente sólo recordaba algo que creyó escuchar,
Cuando a su hijito lo empezaron a despedazar…
Era la muda súplica de una conocida voz.
Sin poder caminar, se adentraba a un precipicio,
Tan oscuro, como su alma en ese momento estaba,
Sólo la muda voz escuchaba, ya muy atenuada…
Que aún le suplicaba que lo salvara…
Entonces comenzó a llorar…
Ya más nadie la pudo consolar…
Félix Cantú Ortiz
México
- Autor: Felitos (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 17 de marzo de 2015 a las 01:28
- Comentario del autor sobre el poema: Saludos...
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 102
- Usuarios favoritos de este poema: ocsirnaf, Humberto Peralta
Comentarios2
Si se puede leer... violento; las niñas maleducadas e inexpertas con ganas de probar los placeres de la carne, y nosotros los hombres culpables e irresponsables, generamos este gran problema que nos ha dañado la vida.
Felix de tiempos inmemoriales este flagelo está presente.
Buen tema, siempre actual. Un abrazo a México.
TRISTE REALIDAD FELITOS!
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