El grillo con antenas de alambre y alas de cartón II (cuento)

Diaz Valero Alejandro José

SEGUNDA PARTE: CONFUSIONES EN LUSANQUIO

 

Como saben el grillo Avilio cansado de tantas vicisitudes vividas en el pueblo de Cósquire decidió emigrar al pueblo de Lusanquio.

 

La elección de ese pueblo no fue al azar, ¡no señor! Nuestro amigo Avilio había consultado mapas para cerciorarse de su geografía y revisado libros para indagar sobre la gente y la cultura de dicho pueblo. Dejemos entonces que él en sus propias palabras nos cuente su experiencia.

 

“Uf, ¡qué compromiso! Menos mal que soy un grillo de armas tomar y siempre estoy dispuesto a meter los pies en el barro, así que ni los aguaceros me detienen”.

 

“Les cuento que una noche de luna, silbando una canción que aprendí en mi grillal salí con rumbo a Lusanquio. Me había informado que allá la gente tenía grillos en la cabeza. “

 

“Esa fue mi primera confusión, ya me imaginaba paseando en cabeza de los habitantes del pueblo al lado de otros compañeros que al igual que yo habían podido trepar a la cabeza de dicho habitante. Pero no, no, no y mil veces no.”

 

“Grillos en la cabeza para la gente de Lusanquio significa que la persona es vanidosa, engreída y que mira por debajo del hombro a sus vecinos, imagínense ustedes cómo mirarán a los grillos.”

 

“Les cuento que al llegar di un salto olímpico con mucho empeño para lograr subir a la cabeza de un habitante del pueblo escogido al azar y como afortunadamente lo logré (afortunadamente en aquel entonces) me creí dueño del mundo.”

 

“Craso error, acto seguido recibí un fuerte golpe con un periódico enrrollado que la misma persona me propinó golpeando su propia cabeza.”

 

“Mis antenas de alambre quedaron resentidas casi a punto de desprenderse, así que quedé en un ligero aprieto, ya que ellas me son de gran utilidad. Tan pronto como pude me levanté del suelo, enderecé mis antenas busqué un sitio que me sirviera de resguardo y prepararme para salir de allí lo antes posible.

 

Mis antenas se terminaron de dañar cuando intenté mover un banco de madera donde pretendía pasar la noche. Ahora si que la cosa estaba peor; sin antenas, con pocas probabilidades de salir ileso y sin nadie que pudiera reparar mis antenas de alambre.

 

“Seguí cantando la canción que aprendí en mi pueblo que decía: Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña, cómo veía que resistía fue a buscar a su manada; dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña, cómo veían que resistía fueron a buscar a su manada; tres elefantes…”

 

“Así que si los elefantes podían balancearse en una tela de araña, yo podría también hacer algo por mis antenas. Cuando estaba pensando cómo hacerlo, escuché una voz:”

 

  • Avilio ¿Qué haces por acá tan lejos de tu casa?

 

El grillo volteó la cabeza y contestó:

  • Hola amigo saltamontes, estoy de pasada por el pueblo, ya sabes cómo somos los grillos para ir de pueblo en pueblo. Ajá y ¿tú que haces por acá?

 

  • Mi familia es de Lusanquio, yo nací aquí, y de cuando en vez regreso al pueblo a reunirme con ellos.

 

  • Qué bueno, contestó Avilio, ¿sabes? tengo un problema, las antenas que me fabricaste me las han dañado de un duro golpe y no sé cómo repararlas.

 

  • No temas Avilio, aquí tienes a tu amigo el saltamontes, el rey de la herrería que te las dejará como nuevas inmediatamente

 

  • Gracias amigo, me caíste del cielo

 

Y así fue, el saltamontes reparó e instaló las dos piezas dañadas de su amigo el grillo y éste lo abrazó en señal de agradecimiento por haber fabricado de nuevo sus antenas.

 

  • Bueno amigo, nos vemos, dijo el saltamontes, mi familia me espera

 

  • Adiós amigo, eres muy bueno conmigo

 

  • ¡¡Cuídate!! Gritaba el saltamontes mientras se alejaba dando saltos en un matorral cercano.

 

Avilio una vez corregido su problema comprendió que Lusanquio no era un buen lugar para los grillos, así que alistó sus alas para continuar su camino hacia otro pueblo acerca del cual después les contará.

 

Continuará…

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Maracaibo, Venezuela

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Comentarios1

  • Beatriz Blanca

    Es hermosa la vida de Avilio, quiero leer todo, no olvides que soy una lectora apasionada de los cuentos. Espero que puedas publicarla, pues no pueden ignorar los niños del mundo tu bella imaginación.
    Un fuerte abrazo, tu permanente admiradora. Bea.

    • Diaz Valero Alejandro José

      Gracias Bea, de verdad que si eres esa admiradora de mis letras que siempre está al `pie del cañón. Eternamente te estaré agradecido. Mañana y pasado mañana publicaré los dos últimos capítulos de este cuento. Un abrazo.



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