Merodea siempre como un animal depredador
tiene sus rutinas de caza, sus horas y estrategias
camina sigiloso y ni siquiera se siente su paso
se camufla exacto con la piel del alma humana
y donde nos acostumbramos esconder.
Escoge esos momentos de distancia y soledad,
cuando el ser se aletarga, se enferma y desfallece,
y le permite confundir descanso con renuncia
y adormece el alma con su ronroneo de gato inmenso.
Lento con su imperceptible paso, viene y va la fiera
esperando un estado total de abandono, de descuido
para asestar su zarpazo de cuchillos fríos
Estimulando te distancies de tu cuerpo y ti mismo,
de Dios, de la vida, de los otros, de todo lo vivo,
con la carnada de que la soledad es tu ecosistema,
o que simplemente necesitas un tiempo y más espacio.
El depredador sonríe malicioso entre las sombras
animando a su presa al descuido y desconectarse
a no tener presente la familia y los amigos
a caminar con el alma desacomodada entre los huesos,
y a desear discurrir lentamente por sus venas.
Este animal certero tiene paciencia y no se cansa
acecha enfrente de todas las casas
acostumbra echarse a la sombra de los patios
y sus ojos de fuego pueden verse en el cuarto oscuro
donde se esconden los tristes más tristes, deprimidos.
Esa fiera no es inmortal, puede ser vencida y acabada
retomando la acción en pequeñas tareas continuadas
declarándose enemigos de la tristeza y la lástima
creyente de la vida, de la gente y la esperanza.
Esta fiera desfallece y muere al menor brote de fe
en el Padre de la vida y de todas las almas.
-
Autor:
mario mena (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 26 de marzo de 2015 a las 00:31
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 57
- Usuarios favoritos de este poema: Jareth Cruz
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.