I
Fueron pasando unos años
llenos de luz y añoranzas,
hasta que se pudrió el grano
y me envolvió la agostada.
Atardeceres de enero
dieron paso a noches largas,
a madrugadas de acero
que nunca se terminaban.
Esas flores naturales
que mi paisaje adornaban
hiciéronse artificiales
y neutras flores de casa,
flores que de nada valen,
sin aromas ni fragancia.
Y hectáreas de pedregales,
y las arenas del Sahara,
y el desierto de Mohave,
y las estepas de Asia,
con sus amargos pesares
se instalaron en mi casa.
Penetraron hasta el centro
vampiros de negras alas,
y lleváronse en sus vuelos
la mitad de mis entrañas.
Y me gritaron sus nombres,
dolor, pena, llanto y rabia,
como lo que siente el hombre
que en tarde de nubes pardas
con tristeza y pesadumbre,
por una cruel granizada.
ve que todo se le hunde
con su cosecha arrasada.
II
En la cruda tempestad,
cuando el naufragio acechaba
empezó el faro a cantar
su hermosa canción de plata
y su aurora boreal
me llevó hasta la ensenada.
Poseidón quedose allá
sin su presa deseada.
Eso tengo, eso me han dado.
Esa es mi mejor añada.
Y dos ojos como dardos
que en mitad de la nevada
está pintando mi ocaso
de color verde esperanza.
viento de Levante
- Autor: Viento de Levante (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 2 de abril de 2015 a las 13:11
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 51
- Usuarios favoritos de este poema: andres fernandez ruiz, Violeta
Comentarios2
Yo lo titularía heridas que no dejan cicatrices
Bonito tu poema.
Mi afectuoso saludo.
VENGOA DELITARME CON SUS LETRAS...BESOS
Todos ellos son suyos, amiga Violeta.
Viento de Levante
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