CLAVILEÑO, cual caballo de Troya,
de madera, la figura convertido.
ESPARTERO, del aguerrido general
es, el recuerdo que lo evoca.
RUCIO, cual noble bestia terrena,
que de bólido le sirviera al
festivo Sancho en los caminos.
CABALLERO DEL VERDE GABÁN, vestigio
de hidalguía del maestro consumado.
Mirando al sur permanecen.
CHISPAS, mira al norte, "él solo".
ALCANCÍA, mira al sur, vigilante.
CÁRDENO, cual relámpago oscuro,
tronándo en la tormenta, mira al sur.
El castillo, como una rauda nave,
tiende su afilada quilla en pro,
de los que más arriba se levantan
abriendo sus brazos hacia el Sol.
En su lento vagar en el tiempo.
¡Rumbo a las resplandecientes estrellas!
A su espalda, lado norte está,
"el no bautizado", tal como claro
hijo de árabe, manchego antiguo,
solo, mirando al sur, a sus hermanos
que no contempla y al castillo que le guía.
¡He aquí, el que a la morisca muralla mira!
En piedra su nombre está grabado,
MOCHILAS, mirando al sur, tras su hermano.
SANCHO, del que, de su blanco vientre,
brota la fina harina machacada
entre sus duras piedras amoladas.
MAMBRINO, ya en el grácil descanso,
que la empinada cuesta baja.
Al final o, el primero según se llegue,
mirando al sur, el alegre BOLERO,
que diariamente al mundo informa.
El viento ululándo en su energía,
mueve las ligeras aspas del molino.
Gigantes iracundos, coléricos,
soplan su porfía hacia la cresta,
en donde todo es equilibrio,
un hermoso iris de sonidos.
Nunca vistas más amplias verás,
que las que aquí se divisan.
Único mirador empinado
que todo el contorno observa.
En estas antiguas piedras,
la historia aún se conserva.
A sus faldas los Romanos
dejaron amplia su huella.
Visigodos, de otras tierras
hollaron estas veredas.
Árabes asentados el castillo
construyeran, allá por el año mil.
¿O antes quizá? ¡Quién lo viera!
¡Escucha con el corazón prevenido!
Cierra los ojos y deja que
vague tu mente en los días de estío.
Abre tus sentidos, interpreta al viento,
siente la vida en estos gigantes
de piedra construidos que,
muchos por aquí antes y después
la vida dejaron en estas cuestas,
que al Calderíco suben.
Millares de tristes fantasmas
yerran, vagan por sus laderas,
en busca de su futuro perdido,
de sus cuerpos destrozados,
de su sangre derramada.
Sus voces en el cosmos vibran,
agarrándose a las piedras
con su aliento de fantasmas.
Pidiendo para ellos la gracia.
¡Que la vida dieron en pro de su grandeza!
¿En pro de qué? Dice la voz del castillo.
¡En pro de nada! Contesta el cerro cuando canta.
¡Solo ambición desbordada!
Consumieron su existencia
por ajenas mentes evocadas,
lejanas en la distancia,
seguras en sus moradas.
En la Herradura. 28-3-2015.........11,30h
Isidoro Pavón Mariblánca
- Autor: I.P.Mariblanca ( Offline)
- Publicado: 15 de abril de 2015 a las 16:43
- Comentario del autor sobre el poema: Un retrato de mi tierra.
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 96
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