Estimados amigos de Poema del Alma: Debido a vicisitudes muy extensas de relatar me vi alejado de la página, hoy intento regresar, paulatinamente iré subiendo algunos poemas que ya publiqué, por lo que les pido paciencia, pues es por ahora todo lo que puedo hacer, gracias por vuestra comprensión.
(Parte I: El Principio del viaje)
En una carreta de madera nueva suben una niña,
en una carreta de madera nueva que estaba vacía;
los bueyes arrancan... caminan
un camino llano, mientras al naciente
los rayos de Febo, iluminan;
es la aurora blanca que cíclicamente,
en ritual sagrado, otra vez, se inicia.
La niña no entiende que se va de viaje,
pero la entretiene, jugando, su madre;
el viaje es muy largo, y el ritmo enervante
(el andar de los tiros) natural se hace.
La noche y el día, el calor y el frío,
los pueblos que pasan,
el siempre cambiante paisaje,
todo la entretiene, y disfruta tanto
que no se da cuenta que es tan largo el viaje.
(Parte II: Un poco después)
Ahora sus pechos se crecen... y le hacen vestidos
de sedas y encajes...
la niña se mira al espejo del río
y ve que no es niña, ¡cuánto que ha crecido!,
entonces se pone a cantar y unos lirios
que la ven pasar... envidian su brillo,
¡es que está tan bella la ahora doncella!
Casi como locas, salen de su boca
estrofas que riman y su risa explota
y alegre rebota colina en colina.
Y está enamorada... del río, las plantas,
del sol y la luna, las nubes que pasan,
aún de la carreta (que todavía nueva) siempre la traslada;
y escribe poesías, papeles que vuelan
por más que los guarda...
Ahora la joven está pensativa,
consulta unos libros, estudia, investiga...
le inquietan las cosas que ve en el camino,
y más una cosa, una cosa rara que cruzó una esquina:
En otra carreta, sucia, desprolija,
que unos bueyes flacos apenas estiran
(ella aún más flaca) viajaba otra niña.
Su mirada triste... perdida,
un rictus amargo en vez de una risa,
sus cabellos chuzos, sus ropas raídas,
mostrando en sus ojos el hambre y el frío...
Pero le sale a su encuentro un corro de bufones
y pasan aviones tirando panfletos,
la joven recoge lo que son boletos
para las funciones y fácilmente olvida
sus preocupaciones...
El teatro está lleno, la obra comienza,
al principio es broma, todos ríen contentos.
La joven no toma medida del tiempo,
y, aquel escenario con telones de oro,
imperceptiblemente, va cambiando forma;
el amplio tablado, las luces, el foro,
todo cupo dentro de una caja negra
que lleva consigo sobre la carreta.
Ahora a la joven la entretiene el teatro
que viaja con ella, aunque de vez en cuando
levanta la vista para ver estrellas
(muy de vez en cuando...)
Al cruzar un pueblo la invita un poeta,
¡ahora recuerda que escribía versos!...
y un poco extrañada a sí se pregunta,
cuándo y por qué dejó de hacer eso.
Acepta al poeta y van de la mano,
caminan un rato, corretean, juegan,
pero al pobre hombre le faltan las fuerzas
y al final la deja...
(Parte III: Promediando el viaje)
En uno de los tantos puentes por donde se cruzan los ríos,
le viene a su mente un pensamiento sombrío,
una duda de repente, como si ya hubiera vivido
lo que ¡vive nuevamente!... o que ella misma
fuera el sueño de alguien que se ha dormido...
La carreta se detiene en un cruce de caminos,
es que otra carreta llega, rumbo hacia el mismo destino,
sobre ella otra mujer viniendo desde otro sitio.
Otras almas peregrinas (de entristecidos poetas)
por el aire van viajando, siguiendo las mismas sendas;
y las mujeres ni cuenta se dan de estas cosas y hablan
una a la otra, contentas por la nueva compañía,
cada cual en su carreta...
En una infeliz maniobra se accidenta la primera,
su nueva amiga le dice que está apurada y no espera,
la mujer se pone triste y sola otra vez se queda.
(Parte IV: El final del viaje)
En una ladera agreste, unas piedras de colores
que mucho brillan, la inquietan...
entonces se acerca, las mira (y también desea),
y lucha por ellas...
consigue unas cuantas y las guarda
en un cofre que, con llave, lleva a viajar con ella
en la ya muy cargada carreta.
Ahora van crujiendo algunas maderas,
también el eje se queja, que va chillando
gastado por el giro de las ruedas...
Un cristal de roca, lo bastante grande, le sirve de espejo
¡la mujer se asusta... ¿de dónde han venido las canas
y de dónde las arrugas?!
Y, entonces pregunta, pero las respuestas ¡son tantas
y nadie opina lo mismo!
El largo camino que le parecía
que era infinito, ahora, no lejos, veía
que se sumergía en hondo abismo.
Y va cuesta abajo la carreta vieja,
los bueyes, cansados, aceptan la cuesta;
la carreta cruje, gime, tambalea,
la mujer se aferra a las cosas que lleva,
pero muchas caen... y en las huellas quedan.
Ahora comprende que termina el viaje...
¡fue tan corto el viaje!... ¿para qué se hace?
pregunta... (pregunta que nadie contesta).
De pronto un silencio total la sorprende,
y se apercibe de cuánto era el ruido que hacía la carreta,
pero ya no está... y comprende
que el viaje culmina... y que ella está muerta.
(Parte V: Después del viaje)
Un nuevo paisaje se pone a mirar,
quiere preguntar algo que no entiende:
¿Por qué está consciente...? Pero a nadie encuentra,
entonces se sienta y hace lo que puede:
Esperar...
- Autor: Raúl Daniel (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 19 de abril de 2015 a las 03:35
- Comentario del autor sobre el poema: Les ruego a todos mis amigos y lectores que me disculpen, pero no me repongo bien todavía, así que me limitaré a publicar los poemas y leer a los que pueda, pero absteniéndome de los comentarios, para no permanecer tanto levantado. Gracias por la comprensión.
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 132
- Usuarios favoritos de este poema: el poeta del abismo, matteo, shoss, claudia07
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