LA PRINCESA VICTORIA
Victoria, era una pequeña princesa de cinco años y de rubios caireles, que vivía en un castillo muy grande, cerca de un espeso bosque de pinos y de un caudaloso río.
La madre de Victoria, había muerto el día que nació la niña, pero su padre, un gallardo y apuesto príncipe, tiempo después que murió la reina, se casó con una hermosa y buena mujer que adoraba a Victoria.
Sin embargo, Victoria no la quería, y por más mimos y amor que le prodigaba su madrastra, la princesita, siempre la hacía llorar.
La niñita, tampoco quería a los animales, los cuales, siempre que la veían salir del castillo, huían tan de prisa como lo permitían sus patitas, porque sabían que los podía perseguir, o les haría alguna travesura.
Por ejemplo, a las ardillas, las perseguía para quitarles las nueces y comérselas ella; a los conejos, les tapaba sus madrigueras con ramas, y a los pajaritos no los dejaba cantar cuando lo hacían sobre una rama que daba a la ventana de su recámara.
Le gustaba detenerse a mirar los peces anaranjados que vivían en el río, pero también les hacía travesuras, arrojándoles pequeñas piedras para asustarlos.
Solamente, había un animal que Victoria quería mucho y por las tardes, iba a platicar con él. Su amigo, era un hermoso venado, de grandes cuernos y ella se sentaba al pie de un enorme pino del gran bosque a escuchar, que él había conocido a su madre la reina, y que todos los días lo saludaba y algunas veces conversaba con él, y le narraba como iba su embarazo, del cual estaba orgullosa.
Y así pasaba las horas, escuchando los relatos de lo bella que había sido su madre , de boca del venado, llamado Juan.
Un día Victoria, se fue siguiendo a un castor, que iba empujando una carretilla, llena de ramas que acababa de talar, para transportarlas hasta el río, y construir una represa para formar su casa. Como el castor ya la conocía por sus travesuras, corrió con su carretilla, lo más rápido que pudo y la princesa, sin darse cuenta que se alejaba mucho del castillo, fue tras él por la rivera, pero… se tropezó con una piedra y cayó al agua, en la parte más profunda y peligrosa del caudaloso río!
Un petirrojo, que estaba en una rama, vió lo sucedido y empezó a gritar muy fuerte para alertar a todos los animales del bosque y poder ayudar a Victoria, a salir del agua.
Los pececitos anaranjados, a los que siempre arrojaba piedras, trataban de mantener la carita de la princesa a flote, para que pudiera respirar.
Juanito, el venado amigo de la niña, estaba comiendo pasto tranquilamente, cuando llegó apresuradamente Nicolás, el conejo a avisarle de lo ocurrido y de inmediato, Juan le dijo al conejo que subiera en su lomo para llegar más rápido hasta el río.
Mientras, las veloces ardillas a las que les robaba Victoria sus nueces, fueron casi volando con el señor Castor, a notificarle del peligro en que se encontraba la princesa.
De inmediato, el castor, cortó un gran tronco con sus afilados dientes y lo echó al río.
¡¡Todo era movilización y alerta en el río para salvar a la princesa Victoria!!
Los pajarillos aleteaban y le decían a Victoria, que pronto la salvarían, que resistiera un poco más.
Su amigo el venado y todos los conejos a los que tapaba la niña sus madrigueras y los hacía enojar, corrían desesperados por la orilla del río para no perderla de vista, pero los pajarillos de colores, volaban encima de donde iba dando vueltas en el río , para que todos supieran el lugar exacto donde se encontraba.
El castor, con su casco amarillo y sus salvavidas para su protección, iba montado en el gran tronco, remando a toda prisa, junto con ocho castores más, y cuando alcanzaron a Victoria, velozmente, se bajaron y la ayudaron con mucho esfuerzo a que lograra abrazarse del tronco para empujarla hacia la orilla.
Con la ayuda de los castores, logró llegar a tierra, muy cansada, con golpes en el cuerpo por la corriente tan fuerte del río y muy asustada, pues pensó que los animalitos no la ayudarían a salir, porque siempre les hacía travesuras.
Al ver que la princesa ya estaba a salvo, y que ya había abierto sus ojitos, los castores se sentaron exhaustos sobre la hierba, a descansar un poco, no sin antes haber construido con troncos delgados, una especie de cama a la que cubrieron de hojas, para que Victoria estuviera cómoda mientras se recuperaba del gran susto que llevó.
Sin embargo, cuando estuvo un poco mejor, las ardillas le llevaron nueces para que comiera, pues sabían bien que a Victoria le gustaban, los conejos la rodearon y con sus cuerpos le dieron calor para que se secaran sus ropas; y los pajarillos, aún asustados por lo acontecido, observaban desde una rama que la princesita estuviera bien, y le cantaban suavemente para tranquilizarla.
Su amigo Juanito, el venado, le reprochaba el haberse retirado tanto del castillo y ser tan rebelde y traviesa, mientras despacio, la llevaba de regreso al castillo, sentada sobre su lomo y agarrada de sus cuernos, sobre los cuales, iban dos pajarillos azules cuidando a la princesita.
Victoria, muy apenada, juró no volver a alejarse y cambiar su actitud grosera para vivir en paz y armonía y pidió a todos perdón, no sin antes agradecerles que la hubieran salvado.
Desde ese día, Victoria fue más amable también con su madrastra, y cada mañana antes de irse a la escuela, le daba un beso en la mejilla, por lo cual ahora la reina, estaba feliz!.
Además, por las tardes, ayudaba a los animalitos en sus tareas: a las ardillas, les ayudaba a recoger nueces en una cesta muy grande de varitas amarillas, y luego, se las llevaba hasta el árbol donde vivían, y así les aminoraba el trabajo.
A los conejos, como no podía ayudarles a hacer hoyos profundos en la tierra, les llevaba agua fresca y comida, para que continuaran su labor sin tener que ir a conseguir sus alimentos.
A los castores, que casi le devolvieron la vida, les regaló muchos haces de leña y troncos que había en el castillo, para que no desgastaran tanto sus dientes al cortarlos, para construir sus madrigueras.
A los peces anaranjados, los saludaba, y ahora, solo les arrojaba… miguitas de pan dulce.
Y todas las tardes, los animalitos y la princesa Victoria, se sentaban en piedras, o sobre el césped, del bosque donde vivía Juanito el venado, y jugaban, y contaban historias como buenos amigos, y nunca más la princesa le hizo mal a nadie y siempre era amable y prodigaba cariño, pues comprendió que todos en algún momento, llegamos a necesitar de alguien en nuestras vidas.
FIN
- Autor: Claudia Alhelí Castillo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de mayo de 2015 a las 02:39
- Comentario del autor sobre el poema: Un pequeño cuento, con mucho cariño, para los más pequeños. Saludos a todos!!! Besos!!!
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 111
- Usuarios favoritos de este poema: Trovador de Sueños ...y realidades., la negra rodriguez, rosamaritza, Carkis Mol Cru, Edmundo Rodriguez, VOZDETRUENO, María C., ADOLFO CESAR MARCELLO
Comentarios9
Aunque no sea ya tan pequeño, he leído tu cuento y he disfrutado como si fuera un niño.
Enhorabuena amiga Claudia.
Un saludo y bienvenida, te echabamos de menos.
Muchas gracias por tu comentario y por echarme de menos.
Es muy agradable el recibimiento. Gracias.
Yo también echaba de menos el Portal.
Saludos, un grandísimo abrazo!!!
Claudia Alhelí Castillo
Niño soy de nuevo, dulce y querida amiga... Me encantó leer.
Un abrazo inmenso con cariño; que tengas un lindo día.
Carlos
Que alegría encontrar tu comentario!!!!
MUCHAS GRACIAS!!!
Te envío otro gran abrazo con mucho cariño.
Dios te bendiga en tu caminar.
Claudia Alhelí Castillo
Buena la moraleja, todos encesitamos de alguien siempre por eso nuestra actitud debe ser siempre amable y cariñosa, pero que nazca de adentro.
bello cuento muy amneo, atrapa su lectura.
besos.
Querida Silvi, así es como pienso que debe ser la vida, de corazón ser amable con los demás, sin esperar nada a cambio, solo la satisfacción de ser útil a alguien.
Te envío un saludo desde mi México querido, con mucho cariño!!!
Dios te acompañe en tu vida y te bendiga siempre.
Claudia Alhelí Castillo
Un cuento muy bello y cariñoso, con su dulce moraleja, todos necesitamos de todos y así la vida nos irá mejor, si somos amables...
Saludos de amistad, Claudia,
Rafael
Querida Claudia ,
Mis ojos se humedecieron ,
de tanto amor , que has compartido .
Que bello ser humano eres .
Mi cálido Abrazo .
Me encantó Claudia querida.
Una moraleja profunda. Gracias por compartirla con nosotros.
Aprovecho para darte gracias por ese hermoso gesto hacia mi persona en este dìa de hoy que es mi cumpleaños. Gracias por el fusionado.
Dios te bendiga siempre
Kavi
Gracias a ti por siempre estar.
Que tengas un maravilloso cumpleaños y que Dios te cuide y bendiga todos los dias de tu vida.
Un abrazo fuerte acompañado de mucho cariño. Besos.
Claudia Alheli Castillo
Me encantan los cuentos, también hago mis intentos, para grandes y pequeños.
Todos los cuentos llevan su moraleja, por eso son tan bonitos y tan tiernos.
Precioso cuento el tuyo Claudia
un beso
kitty
Muy buena tu historia, hoy en día los niños están muy materializados y realmente les hace falta a muchos que se les enseñe los valores que expresas..
Felicitaciones por tu obra!
Y un beso..
R_D
Ayyyy, que tierno, me gustó, me senti niño!!!
Besitos infantiles.
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