PAN CALIENTE. Narrativa

Gaviota Romero

En la voz de Gaviota Romero

Narrativa Una historia bellísima, al parecer verídica, digna de compartir... Año 1927 Pasaba del medio día, el olor a pan caliente invadía aquella calle, el sol invitaba a todos a un refresco. Ricardito no aguantó el olor rico del pan y dijo: -¡Papá, tengo hambre!!! El padre, Agenor, sin tener un centavo en el bolsillo, había caminado desde muy temprano en busca de un trabajo, miró con los ojos mareados a su hijo y le pidió un poco más de paciencia... - Pero papá, desde ayer no comemos nada, ¡¡¡tengo mucha hambre papá!!! Avergonzado, triste y humillado en su corazón de padre, Agenor le pidió al hijo que esperara en la vereda y entró en la panadería que estaba enfrente... Al entrar se dirigió al hombre del mostrador: - Señor, estoy con mi hijo de tan sólo 6 años en la puerta, con mucha hambre, no tengo ninguna moneda, pues salí temprano para buscar un empleo y nada encontré, le pido que en el nombre de Jesús me dé un pan para que yo pueda calmar el hambre de ese niño, en cambio puedo barrer el piso de su establecimiento, lavar los platos y vasos, u otro servicio que usted necesite. Amaro, el dueño de la panadería se extrañó de aquel hombre de semblante calmo y sufrido, que pedía comida a cambio de trabajo y le pidió que llamara al hijo... Agenor tomó al hijo de la mano y lo presentó a Amaro, quien inmediatamente les pidió a ambos se sentaran junto al mostrador, donde mandó servir dos platos de comida del famoso Plato Hecho (arroz, papa, bife y huevo). Para Ricardito era un sueño, comer después de tantas horas en la calle... Para Agenor, un dolor más, ya que esa comida maravillosa lo hacía recordar a la esposa y a dos hijos que quedaron en casa solamente con un puñado de arroz... Gruesas lágrimas bajaban de sus ojos ya en el primer bocado... La satisfacción de ver a su hijo devorando aquel plato simple como si fuera un manjar de los dioses, y el recuerdo de su pequeña familia en casa, fue demasiado para su corazón tan cansado de más de dos años de desempleo, humillaciones y necesidades... Amaro se aproximó a Agenor y percibiendo su emoción, bromea para relajar: - ¡Oh, María!!! Tu comida debe estar muy fea... Mira a mi amigo, ¡Hasta está llorando de tristeza de ese bife!, ¿será que es suela de zapato? Inmediatamente, Agenor sonrió y dijo que nunca antes había comido una comida tan apetitosa, y que agradecía a Dios por tener ese placer... Amaro le pidió entonces que se tranquilizara, que comiese en paz y después conversarían acerca de trabajo... Más confiado, Agenor secó sus lágrimas y empezó a comer, ya que su hambre ya estaba en las espaldas... Después del almuerzo, Amaro invitó a Agenor para conversar al fondo de la panadería, donde había un pequeño escritorio... Agenor contó entonces que hacía más de dos años había perdido el empleo y desde entonces, sin una especialidad profesional, sin estudios, estaba viviendo de pequeñas "chambitas aquí y allí", pero desde hacía semanas no conseguía nada... Amaro resolvió entonces contratar a Agenor para servicios generales en la panadería, y apenado, le preparó al hombre una canasta básica con alimentos para por lo menos 15 días... Agenor, con lágrimas en los ojos, agradeció la confianza de aquel hombre y marcó para el día siguiente su inicio en el trabajo. Al llegar en casa con toda aquella "cantidad", Agenor era un nuevo hombre. Sentía esperanzas, sentía que su vida tomaría nuevo impulso... Dios le estaba abriendo más que una puerta, toda una esperanza de mejores días. Al día siguiente, a las 5 de la mañana, Agenor llegó a la puerta de la panadería, ansioso para iniciar su nuevo trabajo... Amaro llegó luego y sonrió a aquel hombre que ni él sabía porque estaba ayudando... Tenían la misma edad, 32 años, e historias diferentes, pero algo dentro de él lo llamaba a ayudar a aquella persona... Y no se equivocó. Durante un año, Agenor fue el más dedicado trabajador de aquel establecimiento, siempre honesto y extremadamente celoso con sus deberes... Cierto día, Amaro llamó a Agenor para una charla y le habló de una escuela que abrió lugares para la alfabetización de adultos, ubicado una cuadra arriba de la panadería, y que él tenía interés que Agenor estudiara.. Agenor nunca olvidó su primer día de clase: la mano trémula en las primeras letras y la emoción de la primera carta... Doce años pasaron desde aquel primer día de clases... Así encontramos al Dr. Agenor Baptista de Medeiros, abogado, abriendo su oficina a su cliente, y después a otro, y después a otro más... Al medio día baja para el café en la panadería del amigo Amaro, que queda impresionado en ver al "antiguo empleado", tan elegante en su primer traje... Diez años pasan, y el Dr. Agenor Baptista, con una clientela en la que mezcla a los más necesitados que no pueden pagar con los más adinerados que pagan muy bien; decide crear una institución que ofrece a los desvalidos de la suerte, que andan por las calles, personas desempleadas y careciendo de todo tipo, un plato de comida diariamente a la hora del almuerzo... Más de 200 comidas se sirven diariamente en aquel lugar administrado por su hijo, el ahora nutricionista Ricardo Baptista... Todo cambió, todo pasó, pero la amistad de aquellos dos hombres, Amaro y Agenor impresionaba a todos los que conocían un poco de la historia de cada uno... Cuenta la historia que ambos fallecieron el mismo día, a los 82 años, casi a la misma hora, murieron plácidamente con una sonrisa del deber cumplido... Ricardito, el hijo, mandó grabar delante de la "Casa del Camino", que su padre fundó con tanto cariño: " Un día yo tuve hambre, y me alimentaste. Un día yo estaba sin esperanzas y me diste un camino. Un día me desperté solo, y me diste a Dios, y eso no tiene precio. Que Dios habite en tu corazón y alimente tu alma. ¡¡¡Y que te sobre el pan de la misericordia para extender a Quien lo necesita!!!"
  • Autor: "Gaviota" Romero (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 30 de mayo de 2015 a las 10:24
  • Comentario del autor sobre el poema: Para Agenor, un dolor más, ya que esa comida maravillosa lo hacía recordar a la esposa y a dos hijos que quedaron en casa solamente con un puñado de arroz... Gruesas lágrimas bajaban de sus ojos ya en el primer bocado...
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 66
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