Yo que reconozco los miedos
siento que mi enemigo me atrapa.
Son los ojos entornados del lobo,
habitados por ondulaciones del mal.
Es una trampa de la que no salgo,
y sigo caminando,
pero como en un cuadro envolvente,
allá están otra vez
las cuatro patas extranjeras del lobo.
Sabiéndolo todo no logrará nada,
ni la escarcha de mi sangre.
¿Cómo sollozar sin ser visto por sus ojos?
No es feliz mi corazón en celda.
Mi lobo sabe que dentro de mí
hay personas que dictan las palabras,
y sin remordimientos trazará paisajes
para que antes de huír robe mi cadáver,
y lo transporte entre gente sedienta y misteriosa.
Aún cansado está allí,
con su silbo cruel,
como un pájaro pintado en algún lienzo,
impotente para el vuelo,
pero rojo en el color de su plumaje.
Pregúntenme ahora qué deseo,
y diré que solamente la música de mi libertad,
envolviéndome a mí (que soy lobo en voz baja),
y espero ver caer mi cadáver para devorarlo en desafío.
G.C.
Direc.Nac. del Derecho de autor
- Autor: GuillermoO (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de junio de 2015 a las 17:19
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 41
- Usuarios favoritos de este poema: Alexandra L
Comentarios3
Un poema magistralmente escrito
Alejandro:
Bueno... qué decirte, sino darte humildemente las gracias; me alegra tanto que te haya gustado...
Saludos
Guillermo
Magníficos versos, cúmulo de metáforas, que hacen de tu poema una lectura envolvente , con garra. Un placer leerte.
Un fraternal saludo, feliz noche, Alexandra.
Qué bueno lo que decís, Alexandra.
Muchas gracias, saludo fraternal, feliz noche
Guillermo
La peor cárcel es la que imponemos a nuestra alma. Somos fiera que nos aprisionamos y a la vez anhelamos la libertad. Magníficos versos, Gui. Un abrazo.
Melba:
es muy cierto lo que exponés.
Te agradezco y te envio un
abrazo y abrazo
Guillermo
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