Preludio de las flores del mal

Sara (Bar literario)

Quiero liberar mi rostro del purgatorio de la soledad.
El verdadero.
La primera bocanada de silencio,
que se hizo hemisferio en mi lenguaje.
Así, como el esqueleto de una flor muerta.
Quiero desprenderme de mi piel,
encontrar cada herida y liberar su sangre.
Hacer con ella mi ritual,
mi fiesta,
fabricar mi osamenta, crearla, tenerla.
Ser mi Dios, en esta ceniza,
en este ombligo.
En mi mirada de reojo que se vislumbra,
desde el fondo de mi espejo sin nombre.
Siento liberarse de mí,
el tejido compacto de la sombra.
Se terminó la tregua,
el sueño,
la atmósfera religiosa de mi piel.
Se terminó.
Se acabó la pequeña melodía,
la instauradora,
el prefijo que me ahuyentaba de la locura.
No hay cura,
no la hay.
Solo estoy yo,
mi pecho derramando lágrimas de soles negros.
Solo estoy yo,
pequeña médula de un verso infinito.
De una garganta de voces quemadas,
en la desalmada hoguera de la palabra.
Solo estoy yo,
yo, este ser que señala mi pronombre,
mi pronombre que no reconoce sustancia
ni género,
ni sexo que se arrepienta de desigualdad.
Estoy yo,
estoy yo,
y eso es lo único
que en esta hora de ausencia,
es lo único que realmente importa.

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