Solo se echó a llorar,
le dieron ganas de llorar,
estaba solo
peor que en el campo,
entre tantos carros y tanto peligro,
no sabía ni cruzar la calle,
o cuando cruzar.
Porque la vida lo trataba así?
Desespero y angustia,
por lo desconocido,
que más podría hacer!
En esto
Un carro se aurilló
y dentro un hombre ya mayor,
no le podía ver los ojos,
pero inspiraba confianza,
tenía ropa negra y la camisa blanca,
sus palabras eran como una canción,
tal vez era por lo asustado que estaba,
pero era como del cielo, le dijo:
-Porque lloras, muchacho? Que te pasó?
No recuerdo haberle dicho nada,
el silencio ocupó el espacio,
el ruido del motor fue que hizo despertar,
dijo después:
-Entra, yo te llevo.
Recuerdo que cuando me senté
puso su mano sobre mi pierna izquierda,
era caliente y reconfortante,
me sentía bien y ahora parecía seguro.
Sentí algo extraño,
una corriente corría por todo mi cuerpo,
no sabía que era,
como si el tiempo se hubiese paralizado,
me esforzaba por ver su cara,
pero no podía,
me hacía recordar aquellas pesadillas,
en que cuando caía de un abismo,
y nunca terminaba de llegar,
y todo daba vueltas,
para después,
despertar en el piso al lado de mi cama.
Eran bellas todas aquellas luces en el tablero,
el aroma o perfume dentro de ese carro,
llegaba hasta mi nariz,
como cuero nuevo,
tela limpia, no sabía,
pero olía bien.
Y el continuó:
-Dónde vives? Estas perdido! Bien,
dime cómo te llamas? –
Eso rompió un poco el silencio y le dije que Marcelino.
- Autor: Marcelino pan y vino (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 1 de julio de 2015 a las 00:19
- Comentario del autor sobre el poema: No hay nada mas triste que las lagrimas de un niño.
- Categoría: Familia
- Lecturas: 71
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