Debajo de mis manos crece la caricia que una vez guardé, y el tiempo no acudió para borrarla;
y también las indispensables cosas que nos hacen sentir únicos:
un libro, la llave vieja, esa canción a los lejos.
He crecido frente a mis propios polvorines
como un pez que llora ante su sombra.
Ahora sé que los dioses temen.
Cuando quiero llamarte mi cuerpo se incendia en el cielo instantáneo de la duda.
Pero el tiempo es una garganta que ahueca tu nombre,
o lo retiene para compartirlo con las aves que despejan el verano.
Eres mi trago parroquial, amado,
y esos jirones como última chance.
Mi alimento son hojas que cayeron del universo el día en que te conocí.
G.C.
Direc. Nac. del Derecho de autor
- Autor: GuillermoO (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 3 de julio de 2015 a las 18:28
- Categoría: Amor
- Lecturas: 34
- Usuarios favoritos de este poema: Alexandra L, jarablanca, Luzbelito
Comentarios3
Sencillamente precioso Guillermo. Un placer leerte.
Un cálido saludo, feliz noche, Alexandra.
Precioso, y amable es tu comentario sobre mi poema, Alexandra.
Abrazo y abrazo para vos; feliz mañana
Guillermo
Hermoso poema, donde el amor se derrama en cada verso.
Un placer leerte.
Un abrazo.
jarablanca:
muy agradecido estoy por lo que decís de mi escrito.
Desde Buenos Aires te mando un
abrazo
Guillermo
La pulcritud con la que fluye ese verso no necesita de palabras decorativas, sino de silencios contemplativos. Realmente un poema unísono en todo su esplendor, querido amigo. Un placer leerlo. Te dejo un gran abrazo.
Luzbelito
Luzbelito:
bellas palabras en tu comentario, que se leee autentico, y por eso te lo agradezco desde la ciudad que compartimos.
Abrazo y abrazo
Guillermo
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