ÉBOLA
Cuando recuperó el conocimiento pasaron algunos momentos
para que se ubicara en tiempo y espacio.
Era un agente experto y sabia que el atentado era contra el
y que había fracasado milagrosamente.
La detonación había sido prevista para matar en el acto, pero siempre hay peros cuando los resultados últimos dependen de la actividad humana, principalmente en detalles muy finos.
Y esta operación pretendió ser muy fina.
Al cambio de posición casual de su cuerpo en el momento del estallido no lo podía considerar un milagro pero si una reacción intuitiva paranormal de gente habituada a la amenaza permanente.
Tal vez si y tal vez no; los espías de elite no eran creyentes de milagros pero si eran muy supersticiosos.
Y en su mundo de continuo alerta no era extraño encontrar a muchos de ellos con empedernida creencia de la posesión de poderes francamente paranormales que en muchas ocasiones les habían servido en momentos totalmente al límite de la probabilidad.
El agente al servicio de la reina no cuestionaba las órdenes sobre los objetos de los operativos y consideraba que la suya era una profesión y que los políticos tenían la propia.
Con el tiempo se había persuadido en forma clara y contundente de esa creencia.
Muchas veces eran totalmente inentendibles dentro de su lógica cartesiana las abstrusas, rebuscadas, y hasta contradictorias decisiones de los estadistas.
No prestaba atención a la nerviosa ansiedad de los hombres que daban las órdenes a la pronta reacción paranoica de militares o a la quisquillosa desconfianza de las corporaciones.
El agente ingles era un viejo perro con mucho olfato.
El colega del espía llegó rápido adonde el británico estaba herido.
No volvería a fallar el hombre de la CIA.
El norteamericano le inyectó Solución T 61 intracardiaca.
Secciono la muñeca del ingles y arrebato el maletín.
Antes que la droga terminara de matarlo el hombre de Inglaterra
evoco a su familia y a su lejana niñez sin espías y sin sicarios.
El Objeto del Operativo era él porque sabía demasiado sobre el pequeño maletín.
El debía desaparecer.
Y el maletín debía trasladarse sin testigos.
Así lo había dispuesto la Casa Blanca y el 10 de Downing Sreet.
Y así lo habían ejecutado los hombres de la CIA y del M16.
Porque y para que solo el diablo lo sabra.
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--Algo terrible ha ocurrido con el gemelo(1) del ébola.—dijo al teléfono KA17, jefe del Centro Estatal de armas químicas virales.
Al otro lado, el director adjunto del programa, ya se temia lo peor.
--¿Un accidente?
--¡Sí!. Fuga importante del virus de Marburgo.—Estoy aterrorizado.
--Espera. Ya sabes cuáles son las normas. Mándame el maletín con ultimas cepas. Mándame un criptograma. No digas nada más.
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(1)Virus de Marburgo.
- Autor: juan maria ( Offline)
- Publicado: 4 de julio de 2015 a las 06:43
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 56
- Usuarios favoritos de este poema: Maria Hodunok.
Comentarios1
Un cuento muy hermoso
BUENA ONDA
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