Me preguntaron si conocía a la muerte
y con gran seguridad conteste que sí,
la conozco tan bien que podría decir
que yo soy ella.
La muerte no solo es cerrar los ojos,
dormir y desaparecer,
la muerte es estar viva, alejada de las alegrías,
de los sueños y las esperanzas.
La muerte es lo que él dejó cuando se fue.
Morí quedándome de pie,
extañándolo cada día un poco más,
morí lento y despacio cada segundo que
mi corazón latía y que yo respiraba,
morí, mirando y sabiendo que me olvidaba
y, que con el día a día dejaba de amarme.
Morí anhelando su regreso e inventando
historias en mis cuadernos.
La muerte aunque sea complicado de explicármelo
ella, ella se adueñó de mí,
así de repènte, así de la nada durante un largo de tiempo.
Ella, la muerte, fue dueña de mis pensamientos,
mis palabras, mis ideas y mis sueños,
la muerte por momentos
se reía de mi tristeza y,
apoderándose de mi dolor y de mis penas,
hacía que cada noche llorara por él,
que en las mañanas no lograra ver el sol,
que la luna y las estrellas fueran
la inspiración de vagabundos versos.
La muerte también me presentó a la soledad,
que parecía estar sujeta a mi mano e iba a mi lado,
la soledad la que aconsejaba a mi alma y razón
que lo olvidara, que lo dejara de amar,
y yo, con gran duda le preguntaba
mil y tantas cosas de las que esperaba respuestas,
quería saber los por qué. los cómo y los dónde,
pero de respuesta solo había silencio,
la soledad no sabia nada,
no sabía como hacer para arrancarlo del pecho
ni cómo hacer para dejar de amarlo
aunque ella torpemente pasaba insistiendo.
Me preguntaron si conocía a la muerte
y, conteste que sí,
con ella fui a todos lados por varios meses,
caminando vagamente por la ciudad,
recordando lugares que en el pasado
alegraban mi vida,
a cada cuadra, a cada esquina que llegaba lo veía,
parecía que estuviera esperándome,
el viento traía con la brisa su perfume
y en algunas ocasiones hasta su voz.
La muerte y la soledad hicieron que
lo extrañara y que a veces hasta lo odiara.
La muerte hizo que aprendiera a esconder
el dolor, el llanto, la rabia tras una risa falsa
y, la soledad ha hecho que mi corazón tenga miedo,
miedo a darlo todo y quedarse sin nada otra vez.
La muerte esa que conocí sin darme cuenta,
la que llegó tan repentinamente
logró que me rindiera una y mil veces,
pero ahora, la muerte, la soledad y yo
hicimos un trato o tal vez sea una promesa
que viva o muerte,
que con él o sin él
y que amándolo como lo hago
debo seguir soñando.
- Autor: Melitos Guzmán ( Offline)
- Publicado: 8 de julio de 2015 a las 19:29
- Comentario del autor sobre el poema: Superarción
- Categoría: Amor
- Lecturas: 193
- Usuarios favoritos de este poema: Ninfa de cristal 🧚, ANA MARIA DI BERT, Edmundo Rodriguez, Norberto p.p.
Comentarios1
Un dolor que punza hiere el alma, pero no se debe seguir porque daña y mucho.
Sé que no es facil, pero morir es lo último en la vida y nadie merece que lo hagamos poe su desamor.
Escribes con el alma en tus versos.
Un placer leerte poeta.
Con afecto
Ana María
Mil gracias, ahora lo sé, hay que seguir la vida es una y hay que disfrutarla y los amores guardarlos en el corazón
Y en verdad es un placer que leas mis poemas.
Con cariño
Melitos Guzmán
Para este tipo de problema, el silencio, el tiempo y la distancia. Además cuando alguien deja de querernos, ya hay alguien más que nos quiere.
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