Hay poemas de amor cuya tinta nunca se seca y se leen con el corazón de la infancia, ya que el amor del bueno tiene el poder de traspasar todas las edades anteriores y son mucho más nuestros. Como este poema que nace de un recuerdo de julio y con él una luz distinta.
«Me miro
en un recuerdo
de tus ojos brillantes
asomando las lágrimas
a través de tu voz
entrecortada y silenciosa
suspirando
en el teléfono.
Te sentías perdida
y aterida de frío
por la noche anterior
en el oceáno,
y buscabas un refugio
en mis brazos
como un barco
azotado por las olas
busca un puerto.
Me miro
esta tarde del inicio
de julio
desde tus emociones
y te abrazo de nuevo
con las mías
que nacieron a tu lado
y hoy están
mucho más vivas
navegando
con las velas desplegadas
en ese mar abierto
del amor
por donde no navego solo
y ya nunca viajo a ciegas.
Me he enfrentado
a mil corrientes
con la fuerza
de tan solo pensarte
y he ganado así
todas las batallas
desarmando a las dudas
y expulsando
de la razón la sin razón
ese veneno del orgullo
que tanto nos engaña y
nos arruina.
Me miro
desde entonces
[desde esa voz
desde esos ojos
desde los labios
de ese julio de ayer]
—al que me asomo hoy—
a través de las dos sagradas
sílabas...
tan mal usadas demasiadas veces
y escribo este poema
donde Carlos se asoma a Carlos
sin abismos »
Carlos ,1 julio.
Comentarios1
Hermoso poema sandor,siempre aunque rememos contra la corriente y seamos positivos llegamos a nuestro deseado final.
Abrazos de Ines Ine
Inés, un precioso nombre. Te agradezco la reflexion y el tacto amigo al verte leer.
Un abrazo
Carlos
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