La luna candorosa
posaba sobre el trigal,
ella rogaba piedad,
él fue cruel,
redondeles de lujuria,
herían la noche,
gritos desesperados,
y miles de sordos ecos,
como un puñal,
penetró sus adentros,
una lágrima negra,
y sueños muertos,
roja sangre,
cual marchita rosa,
fue el testimonio,
de viles deseos,
más ella no sabía,
que por siempre,
y a su buen gusto,
él sería su dueño,
cosas de la vida
ruborizados dijeron,
hoy dos enamorados,
aman el hijo del trigal.
Víctor Bustos Solavagione
- Autor: Víctor Bustos Sola (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 17 de julio de 2015 a las 18:23
- Categoría: Amor
- Lecturas: 40
- Usuarios favoritos de este poema: Brizas (Shira)
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