En los polvorientos cristales,
del templo viejo y aguerrido,
vi la sombra amontonarse de prisa,
de aquella mujer que al rezo su rostro inclinó.
Sus dedos temblorosos
al crucifijo que colgare de su mano sujetaban
y una dama muy hermosa
sobre la faz de aquella lapida,
tristemente lloraba.
Del cuerpo al peso muerto hundido,
como si invadiendo las olas un barranco sería,
pegada al lecho mortal estaba aquella mujer en su llanto infinito.
de su ultima sonrisa guardaba el semblante de aquel amor perdido,
como se atesora la vida,
guardada en cofres se guardaba el silencio en sus labios dormidos.
Sobre la filosa piedra,
en silencioso custodio como sobre invisibles hilos,
un par de ángeles, con el dedo en su boca,
marcaban silencio sobre el santo lugar divino.
Parecía que no estuviese muerto,
de los pedestales de granito,
durmiente en su penumbra,
parecía ver el cielo más allá del santo nicho.
Me acerqué un momento,
a su punto oscuro y frío,
con el cuidado que se llega a la cuna
para no despertar al niño.
Lo contemplé un instante,
a aquella lumbrera inquieta
de rayos tibios a aquel tumulto de roca que hospedaba
desde hoy hasta la eternidad a ese cuerpo vacío.
En el el alma sentí arder la llama
de la sed por lo infinito,
que es la desesperanza de ese descanso eterno,
para quien ahora ya no está vivo...
Atormentado en la batalla,
en la que luchando prosigo,
yo puedo a veces recordarme,
de aquel sitio oscuro y frío.
De aquel durmiente y pálido hombre
acordándome yo digo:
oh, que amor tan sordo es quien el llanto no oye!!!
que eterna sensación de no estar,
que mas inmenso en el alma el vacío!!!
Luis Augusto 2015
- Autor: luis augusto romantico ( Offline)
- Publicado: 21 de julio de 2015 a las 00:33
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
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