A la luz de una sombra, que es mi sombra,

A la luz de una sombra,
que es mi sombra,
cerca del mar,
descalzo y el alma al aire,
mis penas contra la arena,,
y contra la arena,
mis sueños.

A la luz de una sombra,
que es mi sombra,
cerca del mar,
¿Quién como yo remonta el horizonte azul de amor?...
¿Quién quisiera amarrarme al mar sino él?...

Amarrarme a los azules de un óleo tan humano,
de salto de niño,
de querer quedarme para siempre…

Cuando el agua más triste,
se pasa toda por mis plantas
y la noche vela una playa
velando mis sueños ya sin alma,
esa hora en que mis sueños más secos se acuerdan de su vida,
al ver al azul vivaz abandonado por mí en esta playa,
hora a hora veinticuatro años de mis pasos lejos de Taboga…

y hoy vivo y sueño y respiro.

y los pasos míos sobre la arena que se ahogan por arrodillarse a sí mismos…

Es verdad que en la ciudad se inventaron los fantasmas,

¿Cómo hay allí de espectros obscurecidos
que decretan tan pronto la agonía de las almas?...

No me emancipo del mar,
así,
cuando vienen las aguas a mí.

Caminemos siempre.
Degustemos la tonada asombrosa,
la canción dicha por los besos imperfectos del deseo.

Oh estupenda honestidad…

Pasa el viento de sal.
La sal de la vida.
A lo lejos, el mar indaga mis huesos,
oyendo el tanteo profundo de mi corazón,
Este océano está siempre a la caza de mi sentir,
como teclas de mi piano,
como lienzo que me espera.
Y si así chocara mis narices en lo inadmisible,
me cubriría con esta riqueza de nada poseer,
y caminar,
y criar el vuelo aún no llegado de la noche,
deudo de este vuelo huérfano de Día,
que a fuerza de ser sombra,
una y otra vez,
se volvió fulgor de vuelo.

Jesus hernandez

Julio 29 del 2015, Isla de Taboga, panamá.