En un teatro de sombras arcanas,
en mi ascóndita butaca de tul,
aspiro el cómplice silencio azul
de luces y finuras gregorianas.
Embalsaman el aire las ligeras
cadencias de un refinado cantor
que interpreta con lozano fulgor,
esa romanza, “El día que me quieras”.
Dos bellas mujeres, quien lo diría,
eran fuego y témpano a mi arredor:
Una lloraba, la otra dormía.
Paradoja del arte que aún conservo
en mi mente, cuando escuché el latir
del sublime alejandrino de Nervo.
- Autor: Heliconidas ( Offline)
- Publicado: 9 de agosto de 2015 a las 22:43
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 60
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