Corona de flores para un cadáver insepulto
mortaja hedionda a frutas y ungüentos inmundos
piel descascarada por falta de uso o de abuso
costra moribunda circulando por los vasos corruptos
surco abierto al borde del parpado
profundo como un eco, húmedo como un palpito
frágil al tacto y al desespero
camino vagabundo y herido, con la paz marchita y el rostro ajeno
con la plegaria hecha trizas y los labios taciturnos
la mirada que no hechiza, el verbo de embriagado gusto
con la espalda hecha ceniza, que no estorba a los intrusos
y un racimo de dolores enquistados en los muslos
con ojeras toscas, con las manos tersas
al filo de una lengua llena de promesas
puerto imaginario y seco, de niebla agreste
las sombras diluidas en el vaho de una mañana inclemente
extiendo la mano con angustia, con la convicción del imprudente
con la saliva en la boca y la mentira entre los dientes
un silbido ominoso y hueco
como bruma sucia de un verano somnoliento
se me cuela en los dedos, vacilantes y hasta obscenos
que amasan lujuriosos el volumen falso de tus senos
impuro pensamiento que recorre aun los recovecos
de un cadáver que aun camina, insepulto de tu cuerpo.
D. Erazo
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