Eres, lejos del precipicio que nos toma,
hoja, flor, manantial de estrellas inmóviles,
así, la vida te posterga en sus manos,
en sus manos cálidas, interminables.
Y entonces yo te invoco, y la luz nos llama,
nos reencuentra entre tus besos,
entre tu tacto de tierra eterna,
entre tus pies de soledad, llena de otoño.
Pero no hay cuerpo entonces, no hay voz,
no hay nada porque ya te lo has llevado todo,
porque tus pasos ya han echado raíces,
porque sin ti, amor, ya nada es,
porque sin ti, amor, ya nada existe.
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Autor:
Daniel Meza (
Offline)
- Publicado: 11 de agosto de 2015 a las 23:17
- Categoría: Amor
- Lecturas: 83
- Usuarios favoritos de este poema: piegrande
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