Miré hacia donde el cielo y el mar se perdían
y en esa niebla gris impenetrable
encontré perdidos como tristes naves
la vidriosos pedazos que quedaban de tu vida.
No bastó con desearlos en mi manos,
entonces bajé a la orilla y subí a mi bote
diciendo adiós a estas piedras de bronce
y esta costa llena de tu falta y el vacío.
Como no tenía remos, usé mis brazos.
Inútil! Por qué no estabas tú en mi bote?
Mi alma helada con sus vientos quebrantes
salió de mi y entró al mar a buscarte.
Pasaron minutos, horas, días y no salía;
inmóvil mi cuerpo yacía en el bote
y mis ganas de tenerte de vuelta a costa
se quedaron contigó ahí y con mi alma helada.
- Autor: Roque Argüelles Arévalo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de agosto de 2015 a las 01:05
- Categoría: Triste
- Lecturas: 25
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