Nadie pudo predecir
que el deseo del mar por el mar
y el del que dio por el que no dio
desembocarían
en el amar y en el odio
La quietud del arco iris
frente al baile de la aurora boreal;
así se perpetúa nuestro recuerdo,
ambos de amplitud cromática,
pero al final desacordes y en desacuerdo
Yo no quise jugar con el fuego;
de hecho, te conocí puramente fluido
más cristalino
más sereno
No se asemeja la inmensidad del océano
a tu inundar sin dejarme salida,
esa huella azul que casi te creo cielo,
el impacto de tu oleaje que -chocante- no me incita a la huida
Te he escuchado dentro de las caracolas con voz quebrada,
como un violento emerger de pozos de arena para después colisionar con rocas derruidas;
yo no sé de ciencias exactas,
pero sospecho que me llamas
Sabrás que no pido navegarte
-ese absurdo tripular por encima-
sino nadarte,
profundizarte
Si lloran las nubes sobre ti,
entiende que ruegan evaporarte
No te condenses aún,
deshumanízame y hazme pez
- yo lidiaré con el salitre y las escamas -
sólo pretendo ser branquias y agua
sin corazón ni tez
Y si en un supuesto me ahogo,
reúne mis espinas y recita,
sólo entonces resucitaré
Si no aparezco,
no alarmes al resto.
Siempre regreso a la orilla.
- Autor: Stephie Martinez ( Offline)
- Publicado: 16 de agosto de 2015 a las 21:04
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 123
- Usuarios favoritos de este poema: Edmundo Rodriguez, Alek Hine
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.