El operador ejecutó el proceso de respaldo en el sistema, y luego abandonó apresurado la oficina. Con la felicidad de un viernes, inició con prisa el periplo de regreso al hogar. Cuando sus sentidos se disponían a alcanzar la boca del subte, una extraña situación ocupó de repente su atención. A través de la gran ventana de un bar, decenas de miradas atónitas convergían hacia los proyectores.
Por primera vez en mucho tiempo, la curiosidad de aquel hombre estructurado, venció la perseverancia de su rutina. Mientras hacía propias las circunstancias del lugar, se preguntó: ¿Qué hecho causaba semejante conmoción?
Dudó unos instantes, y luego transpuso el umbral. Un autómata parlante con tono neutro, le dio la bienvenida cuando detectó su presencia. Lo primero que percibió, fue la ausencia del murmullo. Pronto advirtió la causa. Una sucesión de imágenes catastróficas bombardeaba las pantallas 3D.
Pudo ver el asombro en la totalidad de los rostros, y de pronto al silencio recuperando su imperio.
Algo tremendo está ocurriendo, y no se trata de una noticia más. De esas que golpean con dureza de vez en cuando. Las que son tapa de papel a diario, y saturan los portales de la Internet. Sin salir de su estupor, escuchó sin el menor preámbulo, la última noticia del mundo…
El tiempo se detuvo impotente ante la tragedia inminente. Para confirmar la gravedad del drama, el reporte despiadado se repite sin cesar. A modo de corolario, una animación digital presenta al planeta Tierra ¡partido en tres pedazos!
En solo un momento, los presentes confirman la mala noticia desde sus dispositivos móviles, recorriendo frenéticamente las más diversas fuentes de información. Las redes pronto se saturan, en tanto las cadenas internacionales de noticias, no hacen más que afirmar la eminencia del Apocalipsis. A una velocidad de 38.000 Km/h un asteroide marcha en trayectoria letal hacia la Tierra. Con títulos rojos se anuncia “el principio del fin”. Una hora más tarde el operador llegó a su hogar, atravesando ya entonces una caótica ciudad. Ambos sufrieron el impacto. Nunca más volvieron a ser los mismos.
Desde entonces nadie habla de otro tema. El asombro inicial mudó en angustia, presagio del pánico que no tardaría en llegar.
El hecho más grave de que se tenga conocimiento desde la glaciación, actuó como un catalizador. Como nunca antes, la desesperación se difundió rápida por todo el globo. No hubo tiempo siquiera para una piadosa morigeración de sus efectos, ni para operaciones de prensa.
Los multimedia no cesaron de propagar y multiplicar geométricamente la hecatombe, que acabaría pronto con la especie humana y toda su obra.
Una semana más tarde, tal como se preveía, unas 48.500.000 toneladas descargaron su furia contra la faz del planeta. Tanto, que el impacto lo desplazó de su órbita, atrasando el reloj astronómico un milisegundo, y perturbando el delicado equilibrio del universo para siempre.
A cientos de miles de Kilometros, unos pocos seres humanos reencarnan sin saberlo la biblica epopeya de Noé. Son los colonos técnicos y científicos asentados en la base lunar. Ellos están fabricado su propio hábitat. ¿Será posible subsistir sin la madre Tierra? Se estima que el período necesario para conseguir autonomía en el ecosistema, ¡será de al menos diez lustros!
La Tierra, vieja y debastada, aporta todavía todos los materiales que el hombre requiere. Ni la Luna ni Marte ni Venus, logran completar la tabla periódica. Tampoco aportan los metales para las aleaciones que demanda la tecnología aeroespacial. Podrán sobrevivir a una catástrofe en la Tierra, pero la calidad de vida se degradará sin remedio, hasta alcanzar un día un límite insostenible...
Además, una sana especulación racional no puede omitir la hipótesis de una Tierra partida en varios fragmentos y dispersándose por el espacio. Las consecuencias gravitacionales no serían entonces menores. ¿Seguirá la Luna cumpliendo su órbita? ¿En torno a qué? Ya no será el satélite que por millones de años permaneció amarrado por poderosas fuerzas invisibles. ¿Seguirá la Luna anclada al sistema solar? ¿O escapará alejándose para siempre de la misma, víctima de una compuesta fuerza centrípeta y de Coriolis1? Si así ocurriese, el arca con los últimos humanos derivará sin destino por el universo.
Superando la más optimista de las predicciones científicas, el asteroide AEX0Y57 se precipitó en medio del océano Atlántico. Suficientemente lejos de las costas de sud África, y del norte de Brasil. La profunda grieta de la falla sudamericana, devoró el esferoide y atenuó su energía. La Ñuke Mapu2 con sus recursos, se las ingenió una vez más para salvar nuestro mundo.
Si bien generó un tsunami de mediana magnitud, la distancia que separa las costas atenúo progresivamente su onda.
El pánico que produjo aquel meteoro, disparó una ola de suicidios y todo tipo de presagios y consecuentes ritos religiosos. El temor a la extinción de la especie humana, y la posibilidad de ser arrasados de la creación, disparó la psicosis que avanzaría como pandemia sobre la población mundial.
Los multimillonarios fueron los primeros en buscar desesperadamente alternativas frente al desastre inevitable. En su lógica capitalista, hasta el fin del mundo podía evitarse con dinero. Bajo tales circunstancias, los empresarios mas oportunistas ofrecieron complejos habitacionales en la Luna. ¡En tan solo unas horas se agotaron con celeridad pasmosa! Pocos repararon en la costosísima “mudanza” a 384.000 Km. con cargo al nuevo vecino…
Grupos inversores intuyeron una oportunidad única. Frente a la posibilidad del fin, ¡nada mejor que un comprador compulsivo y acaudalado! La estrategia que imponía el plan de supervivencia, incluía cobrar por adelantado para garantizar la celeridad…
El tráfico regular al satélite se incrementó notoriamente. Los pocos hoteles están abarrotados de millonarios, pese a los exorbitantes precios. La inflación alunizó también allí, al reparo de formidables negocios.
Nadie en su sano juicio hubiera permanecido en la inhóspita Luna más allá de 72 horas. Era poco lo que se podía ver y hacer, y el esnob se satisfacía en el mismo itinerario de ida y vuelta. Algo que muy pocos humanos podían realizar desde su condición de simple civil. El hospedaje dispone de muy poca comodidad. Cada metro cúbico, con su vital cuota de atmósfera respirable, se optimiza al máximo.
Muchas familias sorprendidas en su buena fe (o mejor, ¡en su estado de desesperación!), adquirieron paquetes turísticos como lo hacen regularmente por la vieja Internet. Pero esta vez, la prisa por concretar una butaca en los transbordadores que asegure el viaje, omitió la verificación de los certificados de seguridad de los sitios Web. La urgencia para tomar decisiones, favoreció el accionar inescrupuloso de miles de ávidos estafadores. Éstos, ante la certeza de que una gran catástrofe no los contará entre los pocos que emigrarán al espacio, apostaron a una mínima probabilidad de error que los convierta en nuevos millonarios.
Los clientes vaciaban sus bóvedas bancarias, ¡en un afán incomprensible por conservar lo que sería en breve innecesario! Todo se transformó en un enorme desquicio. Paradójicamente, quienes conservaron intacta su fe, fueron aquellos a los que la salvación les fue negada.
La sociedad se modificó para siempre. Las miserias humanas siempre presentes, se potenciaron y amplificaron.
Como cuando se abandona un barco que naufraga, todo tipo de mezquindades surgen con crudeza en la disputa por sobre vivir. Al fin y al cabo, no se trata más que de intentar la utopía de seguir viviendo como sea.
Todas las formas de control social fueron superadas. La conducta colectiva se apartó de un modo brutal de la vida organizada. Lo eminente del fin, pospuso lo ético y rompió todas las reglas de convivencia.
Por fortuna o gracia Divina, de todas las graves consecuencias que se vaticinaron, solo se produjo la rectificación del momento de rotación. Y si bien el choque alcanzó una magnitud mensurable para los sensibles instrumentos del siglo XXI, no produjo el temido cambio climático y sus consecuencias sobre la vida. De no haberse difundido tan rápido la novedad y sus supuestas consecuencias dañinas, el hombre corriente poco o nada hubiese advertido. Sus preocupaciones vanas no hubieran siquiera existido, y la humanidad habría escrito con trazo firme el curso de su historia contemporánea.
Tal vez un designio divino se apiadó del planeta que milagrosamente zafó de la contingencia. Pero el vector de la historia no se repliega, y los profundos cambios producidos en la sociedad, ¡no volverán jamás atrás! El caos y la anarquía se instalaron para siempre.
Como ocurre en toda crisis, hubo mudanzas irreversibles, imponderables, inimaginables…
Por extraño que resulte, y a pesar del escaso daño material causado al planeta, la aldea global fue destruida.
No fueron curiosamente las consecuencias ambientales las que causaron el fin temido. Sino las irremediables consecuencias sociales que provocó la propagación de la noticia de un gran impacto…
1- La fuerza de Coriolis es una fuerza ficticia que un observador de un sistema en rotación a velocidad angular constante ve actuar sobre un cuerpo, cuando este está en movimiento de rotación. La fuerza de Coriolis no incluye la fuerza la centrífuga.
2- La Ñuke mapu es 'Madre tierra' en lengua aborígen mapudungún.
- Autor: argentino nadies (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de agosto de 2015 a las 15:36
- Comentario del autor sobre el poema: Este cuento no trata del desastre ambiental que produce un asteroide cuando impacta contra el planeta Tierra. Habla del impacto mediático y del fenómeno incontenible de las redes sociales. El impacto no narra los cambios irreversibles provocados por el choque de un cuerpo celeste, sino del efecto mucho mas debastador que causa la propagación de la noticia. Espero les guste.
- Categoría: Fantástico
- Lecturas: 25
Comentarios1
Muy interesante.
Un abrazo.
¡Gracias compañero!
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