No opacan los rubores de tu cara,
los fuegos del crepúsculo o la aurora,
ni el cielo le hace al cielo de tu clara,
mirada mella alguna. No se compara,
en tersura piel alguna con tu piel,
ni hay un oro más radiante que tu pelo,
así mismo no hay una fruta que anhelo,
más hondo me despierte que aquel
fruto encarminado de tu boca;
más debes saber, amiga mía,
que si bien tu belleza me provoca,
oleadas de pasión día a día,
cuando el tiempo cobre de tu hermosura
la presa, vivirá para siempre tu ternura.
- Autor: Mistered (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 7 de septiembre de 2015 a las 03:59
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 124
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